Con una participación récord que llegó a casi el 85%, los residentes de Escocia mayores de 16 años dijeron "no" a terminar con el Acta de Unión de 1707, que une a la región con el Reino Unido, pero la consulta ha sido una llamada de atención al poder desempeñado por el Parlamento de Westminster.

El esperado referéndum de independencia escocés, celebrado este jueves entre angustia, ilusión y muchos nervios, tuvo un desenlace por el que pocos apostaban hace solo una semana, cuando el largo recuento final, concluido a primera hora de este viernes, otorgó una cómoda victoria del 55,3% a los partidarios del "no".

Dos de los 3,6 millones de residentes en Escocia que ejercieron su derecho al voto -un récord absoluto de participación del 84,59%- decidieron que esta región continúe perteneciendo al Reino Unido.

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El resto del electorado, más de 1,6 millones o un 44,7%, entre ellos muchos jóvenes, optó por la opción secesionista promovida por el ministro principal escocés, Alex Salmond, que buscaba acabar con una historia común de más de 300 años.

Los líderes británicos dijeron que la unión debe cambiar para ser duradera.

Los vencedores celebraron con aplausos, besos y bebiendo vino en una fiesta en Glasgow, la ciudad más importante de Escocia donde se impuso la opción separatista, mientras que el líder nacionalista Alex Salmond reconoció su derrota frente a la imagen de una enorme bandera escocesa blanca y azul en Edimburgo, ciudad que respaldó seguir en el Reino Unido.

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Traspaso de competencias

El rechazo a la independencia escocesa será seguido por un proceso de traspaso de competencias para el Parlamento de Edimburgo al que se comprometieron las grandes formaciones británicas y que se convertirá en ley en enero próximo.

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Tanto el nacionalista Salmond como el primer ministro británico, David Cameron, que acordaron la consulta en octubre de 2012, habían insistido en que este referéndum era irrepetible e irreversible, lo que tiñó de tensión una campaña que adquirió tintes frenéticos en su recta final, ante las numerosas encuestas contradictorias.

Ningún sondeo había pronosticado el elevado margen de victoria del "no" a la secesión, superior a diez puntos, o que el "sí" solo se impondría finalmente en cuatro de los 62 distritos electorales de Escocia, entre ellos la ciudad más poblada, Glasgow.

La balanza la inclinaron finalmente los que se declaraban indecisos, pero sobre todo la "mayoría silenciosa" de la que habló esta semana el ex primer ministro laborista Gordon Brown, convertido en la gran figura del "no" escocés a la separación.

"El silencio ha hablado" en las urnas, resumió este viernes el también laborista Alistair Darling, de la campaña "Mejor Juntos", en referencia al mayor ruido y visibilidad mediática que en todo momento tuvo la campaña favorable a la secesión.

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Mientras Cameron respiraba tranquilo por un "resultado claro" en las urnas que en su opinión debería acabar con el debate de independencia escocés durante una generación, Salmond le pedía a él y al resto de partidos británicos que cumplan su promesa de más autonomía a Escocia.

Campaña

Los principales líderes británicos aseguraron este viernes que comienza una época de cambio para Escocia y también de reforma constitucional para el Reino Unido, y que es la hora de responder a la voluntad del pueblo escocés.

La campaña escocesa fue capaz de movilizar a un número extraordinariamente alto de jóvenes por lo general desafectos de la política, sobre todo a partidarios de la independencia, además de dar lugar a debates de calado sobre el futuro de la sociedad y promover un cambio que afectará al Reino Unido en su conjunto.

"Ha sido un triunfo de la política democrática", apuntó hoy Salmond, quien, al aceptar su derrota, destacó el referéndum escocés como modelo por haber sido "acordado y consensuado".

También Cameron resaltó hoy, en una solemne declaración a las puertas de Downing Street, el carácter "democrático" de un proceso "con un número récord de votantes", que ha permitido "resolver estos asuntos vitales en las urnas de forma pacífica y en calma".

Como David Cameron, la reina Isabel II, que pasa esta época en el castillo escocés de Balmoral, respira aliviada por el desenlace de la consulta independentista, que la hubiera situado en un lugar incómodo pese a la intención de Salmond de mantenerla como jefa de Estado de una eventual Escocia independiente.