El parapente hace posible el sueño de volar del ser humano, y también, que se pueda mirar Guayaquil desde el cielo.

La aventura se inicia entrando por el kilómetro 13 de la vía a la costa hacia la loma de Bototillo que está ubicada en un área de Cerro Blanco.

Para llegar al lugar, en donde antes funcionaba una cantera, se asciende en un vehículo todoterreno hasta el “despegadero”, como le dicen al lugar desde donde se lanzan.

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Al alejarse del suelo junto al piloto quiteño Juan Carlos Morán, quien practica este deporte hace 25 años, se empieza a observar el desarrollo urbanístico de Guayaquil. Lo que primero se ve son los conjuntos residenciales que están en la vía a la costa.

Ya a una gran altura se observa el verdor del manglar y unas delgadas líneas que son los ramales del estero Salado.

Son cerca de las 10:00 de inicios de septiembre y el cielo está gris. Pese a lo nublado de esa mañana se aprecia a lo lejos, hacia el lado izquierdo, el río Guayas, hacia el otro extremo, se eleva lentamente una densa nube de polvo proveniente de una cantera. Más allá, solo se distinguen los ramales del estero mientras se aprecian aves que vuelan cerca.

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Poco a poco se va descendiendo y se observa el sitio de aterrizaje, que es en una gran extensión de terreno vacío frente a lo que será la iglesia de la urbanización Terra Nostra.

La llegada es igual que la salida, levantarse de la silla y correr hasta tocar el suelo.

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Morán, Eddy Urdiales, Santiago Pérez y Jorge Contreras cada vez que vuelan usan cascos, gafas, guantes, intercomunicadores, altímetros (para medir la altitud), GPS (para la localización) y otros equipos.

Antes de despegar los parapentes se desenrollan sobre un césped sintético que colocan sobre la tierra.

Las extensiones de la vela alcanzan 12 metros. Están hechas de nailon con un revestimiento especial que las hace resistentes, aunque al tacto se sientan suaves y frágiles. Lo mismo sucede con las finas cuerdas que sujetan la vela a la silla, cada una de ellas fabricada para soportar grandes pesos.

Morán explica que la mayoría de estos implementos son manufacturados en Europa. Los costos pueden variar entre $ 4.000 y $ 15.000 por equipo. En el caso de que sean para dos personas valen más.

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“No invertimos en equipos, sino en emociones”, dice Urdiales, mientras su amigo Contreras señala que gastó cerca de $ 4.200. Y este equipamiento está disponible para quienes se interesen en volar.

Apuntes
Para que usted acuda

Despegadero
En el 2009 se descubrió que de la loma Bototillo se puede despegar con el parapente.

Costo
Volar en esa zona cuesta entre $ 35 y $ 50.

Evento
Del 22 al 29 de noviembre se realizará por primera vez en este lugar la Paragliding World Cup Pre Ecuador 2014.