Tanto desde la derecha como desde la izquierda, ayer se multiplicaron las críticas al presidente estadounidense, Barack Obama, quien postergó para el final del año, tras las elecciones legislativas parciales, cualquier decisión sobre una eventual legalización de inmigrantes.

La decisión presidencial parece destinada a no perturbar durante su campaña a los senadores demócratas salientes, y mantener la mayoría oficialista en esa cámara.

“La verdad es que la política ha cambiado sustancialmente en medio del verano a causa de este problema”, explicó ayer Obama. El problema evocado por el presidente ha sido la llegada masiva de menores sin papeles a la frontera entre México y Texas, que ha monopolizado las portadas de los medios en EE.UU. en julio.

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“Quiero dedicarle más tiempo a preparar nuestros decretos para hacerle comprender a las personas por qué hacemos esto”, explicó. Pero el aplazamiento de cualquier norma tendiente a legalizar a los inmigrantes sin papeles también ha sido criticado por los conservadores, opuestos a cualquier “amnistía”, que lo consideran un repliegue táctico.

“No quiere tener que rendirle cuentas a los votantes durante unas elecciones de mitad de mandato por una medida que él sabe que es impopular”, reaccionó el senador republicano Marco Rubio, aspirante a la Casa Blanca en el 2016.

En filas demócratas, el cercano colaborador del presidente Robert Menéndez declaró ayer que estaba “profundamente decepcionado de que el presidente no haya actuado”.