Hay un lugar donde la polarizada población venezolana coincide: en el supermercado, haciendo fila. La hacen desde la madrugada y por horas con miras a acceder a ciertos artículos de la canasta básica como harina de maíz, leche, aceite, azúcar, pollo y productos de limpieza e higiene.

“Aquí hay alimento pa’ todo el mundo… lo que uno quiera de acuerdo al bolsillo. El problema es que malinforman al venezolano de que Venezuela se está cayendo a pedazos y eso es mentira... Aquí hay todo. Si aquí no hubiera real, no estuviéramos aquí”, le asegura un hombre a un periodista de la web BBCMundo.com que le pregunta por qué hay escasez en su país.

Hacer cola no representa para él una molestia. Para él, la Venezuela bolivariana es lo “más lindo y bello que hay”. Pero para otros, la situación no es placentera ni corresponde al del país decimotercer productor de petróleo del mundo y al que tiene las mayores reservas probadas.

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Una mujer al volante y detrás de una larga de fila de autos dice que salió de su casa a las 06:00 “para encontrar... lo que sea, lo que haya...”, y lamenta que “los que están en el gobierno no tienen que hacer la cola porque hacen una lista, la mandan al supermercado y les mandan toda la comida”.

Son las dos caras de la Venezuela chavista, una nación de 30 millones de habitantes y rica en petróleo (representa el 95% de las exportaciones y es su principal fuente de ingreso), pero donde escasea desde la leche hasta el papel higiénico.

La división se da entre quienes creen que su gobierno les va a “garantizar el pan como siempre lo ha hecho” y entre quienes manifiestan su descontento y experimentan la represión.

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Los primeros expresan su fidelidad al “comandante eterno y supremo”, respaldando las decisiones de su sucesor y a través del culto a su figura. Le han levantado capillas, como la Santo Hugo Chávez del barrio 23, y han creado una versión chavista del padrenuestro (“Chávez nuestro que estás en el cielo...”), difundido esta semana. Ante la crisis, los segundos optaron por salir a las calles desde el pasado 12 de febrero. Las protestas han dejado, de momento, 43 muertos, 879 heridos y centenares de detenidos, entre ellos, el opositor Leopoldo López, ya seis meses en una prisión militar.

Desde el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013), sucedido por Nicolás Maduro, las divisiones se profundizan. Primero por una lucha de clases. Ahora por la inseguridad, la inflación, la falta de libertades, la escasez de los alimentos regulados por el Estado y el alto precio de los no regulados, como el huevo, cuya caja de 30 costaba hace un año $ 6,3 y ahora por ese precio se puede adquirir una docena.

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Maduro ha dicho que, al mes, un hogar de ocho personas debería consumir dos cartones de leche, tres paquetes de harina de maíz, un kilo de azúcar y un pollo y medio, lo que su familia compraba cuando él era niño.

El pasado 28 de agosto, el hasta entonces canciller Elías Jaua, quien fue reemplazado este martes por Rafael Ramírez, como parte del ‘sacudón’ ministerial del régimen, descartó la posibilidad de desmontar el control de precios. Según Jaua, esto “es una protección al derecho del pueblo a acceder a los bienes y servicios” a la que “el Estado no puede renunciar”.

En el 2011, el gobierno comenzó con los controles y estableció el costo y márgenes de ganancias máximos. Buscaba, dijo, reducir la especulación y la alta inflación, que alcanza el 61%, según cifras oficiales. Las privadas la ubican hasta en 76%.

Esto se refleja en el poco dinamismo de la economía, que se derrumbó el 4% en el primer semestre del 2014, estimó a fines de agosto la central empresaria Fedecámaras. Jorge Roig, su titular, indicó que “probablemente el año terminará con una caída del 4% al 5%”. Por el contrario, el gobierno había fijado el crecimiento del PIB en el 4%.

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Los controles gubernamentales han sido cuestionados por empresarios y opositores que atribuyen a este tipo de medidas la crisis de desabastecimiento. El gobernador de Miranda y excandidato presidencial, Henrique Capriles, aseguró que el problema de fondo es que la industria nacional quebró y que mientras no se cambie el modelo seguirá la escasez.

Captahuellas

Para combatirla y evitar que se aumente el contrabando, Maduro anunció el sistema ‘captahuellas’, que consiste en instalar lectores de huellas digitales en los supermercados. Prevé tenerlo funcionando el 30 de noviembre. Según cifras oficiales, solo en abril más de 300.000 personas se adhirieron al registro, pero hay quienes han demostrado su rechazo con protestas, que este lunes dejaron un herido de bala. La oposición ha criticado el plan diciendo que es una especie de racionamiento “al mejor estilo cubano” y constituye una violación a la privacidad.

Como otra estrategia para frenar el contrabando, el pasado 11 de agosto entró en vigencia el cierre, de 22:00 a 05:00, de la frontera con Colombia, por donde pasa hasta el 40% de la oferta de alimentos del país y combustible, según el gobierno. La medida, reportan medios colombianos, afecta a las poblaciones fronterizas de Colombia. Además, con el argumento de proteger los alimentos producidos nacionalmente, Maduro anunció el mes pasado la prohibición de exportar 21 de ellos, incluyendo el azúcar, el atún y el arroz. Y a falta de buena comida, la obesidad gana terreno. Según la Organización Mundial de la Salud, el 67,5% de los venezolanos mayores de 20 años tiene sobrepeso, la cifra más alta de Sudamérica.

La crisis también afecta a los hospitales públicos y privados. El gobierno no ha entregado al sector $ 350 millones que los distribuidores deben cancelar a los proveedores extranjeros. Una política rígida de control de precios y la dificultad para conseguir dólares por un estricto control cambiario han dificultado la compra de insumos a la mayoría de las compañías.

Quizá una de las medidas fiscales más arriesgadas del gobierno sea el aumento del precio de la gasolina. El subsidio al combustible, cuyo costo está congelado más de quince años, le cuesta al Estado unos $ 15.000 millones anuales. Ese y otros subsidios, bien valorados por los venezolanos –chavistas o no– son el origen del desequilibrio macroeconómico que mantiene las arcas del Estado con poco flujo de caja para cumplir con sus compromisos, según analistas consultados por El País.

Este régimen no tiene ni la capacidad técnica, ni el respaldo popular, ni la autoridad moral para plantearle al país las medidas indispensables para salvar a Venezuela”.María Corina Machado Opositora