Unas lágrimas de felicidad acarician el rostro de Venus Loayza al ver caminar a su hijo Nico con ayuda de unas muletas. Seca sus mejillas y le sonríe, mientras el pequeño se acerca y la abraza.

El menor, de 8 años, recuperó esta habilidad luego de 24 meses de no poder caminar por el dolor que le provocaba la enfermedad (tuberculosis ósea) que más de treinta especialistas locales no supieron diagnosticar en tres años, ya que los primeros síntomas los tuvo a los 5 años.

Con un tratamiento médico y una cirugía en una clínica española, realizados entre febrero y agosto pasados, se combatió la infección del menor y le devolvieron la esperanza de retomar su niñez. El procedimiento fue costeado por la fundación Teletón por la Vida.

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A este organismo, Venus y Danilo acudieron a fines de noviembre para ingresar la carpeta de Nico, con los exámenes que le habían practicado. A los pocos días los llamaron para que asistan a una consulta con el traumatólogo. “Nos dijeron que Nico podía ser tratado en España. Nos pusimos a llorar de la alegría, era un sueño hecho realidad saber que mi hijo se podía curar”, expresa.

Nico es un niño muy activo, juguetón y alegre, pero ese ánimo se fue apagando cuando empezó a sentir dolor en una de las rodillas y luego en la cadera, lo que le impedía caminar. Pediatras se lo atribuían al crecimiento, pero Venus y Danilo buscaron más opiniones.

Se contactaron con hospitales locales y unas seis clínicas de Estados Unidos, de las cuales pocas le respondieron. Una de ellas –dice Venus– le contestó que aquel tratamiento costaría $ 600.000, pero no le dijeron el posible diagnóstico.

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“Sentía impotencia porque nadie nos decía qué tenía Nico. Allá, en España, en solo cinco días los médicos nos dijeron la enfermedad y enseguida empezaron con el tratamiento”, comenta Danilo, quien acompañó a su hijo durante la intervención. Ellos llegaron al país la noche del domingo pasado.

La infección le dejó a Nico una dismetría de 1,5 cm en una pierna, por lo que debe usar zapatos con una suela sobrepuesta. “Como no caminaba, no se estimulaba el crecimiento del hueso”, explica Danilo.

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Ahora Nico debe recibir rehabilitación por dos meses para caminar normalmente. Luego de un año se tiene que retirar los clavos que le pusieron en la cadera y a los 12 años practicar otro procedimiento (estiramiento de los huesos).

“Estoy feliz de ver a mi hijo bien, con ánimos para jugar. Nunca perdí las esperanzas”, manifiesta Venus, mientras abraza a su pequeño Nico.

En tres años, los especialistas de aquí no dieron el diagnóstico. En cinco días, en el hospital de España, ya sabían que tenía y lo curaron. Estamos felices y muy agradecidos”.Danilo Petao, padre de Nicolás