Debido a la sangrienta guerra entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamas, cientos de palestinos, como Ahmed Ayad, deben ahora aprender a vivir con un miembro menos en la Franja de Gaza, donde el sistema de salud debe también hacer frente a las secuelas del conflicto.

En la sala de espera del único centro protésico de Gaza, Ahmed Ayad recuerda impactado aquel 20 de julio, cuando los esquirlas de un obús despedazaron su brazo, acribillaron su pecho y mataron a cuatro allegados, entre ellos, dos sobrinos.

"Los bombardeos empezaron con la oración de la mañana (...) Los escuchamos acercarse hacia las 06:00 y tuvimos que abandonar nuestros hogares", explica este joven de 23 años con la mirada perdida.

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Ayad vivía en el barrio de Shejaiya, situado frente a la frontera con Israel y uno de los más bombardeados.

"Me alcanzaron en la mano, la pierna y el pecho. Había miembros despedazados por todas partes, gente que había perdido sus brazos o sus piernas", recuerda.

En Cisjordania, donde fue trasladado tras el visto bueno de Israel junto a otros heridos graves, le amputaron el brazo. A diferencia de los heridos hospitalizados en Jordania, Egipto o Turquía, el joven regresó a su casa 14 días después.

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Un médico del Centro Protésico de Gaza acaba de masajear su muñón para insensibilizar la piel. Esta es la primera de una larga serie de sesiones antes de aplicarle una prótesis.

Según estimaciones de Naciones Unidas, un millar de palestinos de los más de 10.000 heridos durante la guerra padecerán una discapacidad permanente.

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Aunque el Centro Protésico de Gaza dispone de las prótesis necesarias, las cuentas del ayuntamiento están en números rojos y no está claro que los 25 trabajadores del centro puedan seguir trabajando, dice su director, Hazem Shawa.

"Los empleados no cobran desde hace tres meses", si bien "acordamos (...) que continuaríamos tratando a la gente el máximo tiempo posible, aunque no se paguen los salarios", apunta Shawa.

La Franja de Gaza está sometida a una importante presión económica a causa del bloqueo impuesto por Israel desde hace años. Las organizaciones humanitarias pudieron intensificar su ayuda a los heridos graves, gracias al alto el fuego instaurado el martes.

Nahaya al Angar, de 28 años, se beneficia también en Shejaiya de los cuidados médicos proporcionados por Handicap International, que trabaja en este superpoblado enclave palestino de 362 km2 desde 2007.

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Nahaya y sus tres hijos acabaron sepultados bajo los escombros el 20 de julio, cuando una bomba impactó en su casa. Ella presenta fracturas en la pelvis, que le impiden caminar sin ayuda, mientras que su hijos tienen quemaduras.

"La casa se derrumbó sobre nosotros. Cuando me dí cuenta que estaba bajo los escombros, me dije: ya está, vamos a morir", recuerda ella, sentada en una cama en la casa de su padre, donde recuerda que se puso a gritar frenéticamente para que los vecinos rescataran a sus hijos.

Handicap International y sus socios gazatíes deben luchar también para poder llevar a cabo su misión, asegura la directora de proyectos Samah Abu Lamzy, quien subraya que los trabajadores humanitarios no escaparon de los efectos de esta guerra, que dejo 2.143 palestinos muertos, en su mayoría civiles.

Según Abu Lamzy, los equipos desplegados en el terreno "no recibieron el apoyo psicológico necesario tras el sufrimiento que padecieron durante los más de cincuenta días" de conflicto.