Desde los formales y elegantes esmoquin hasta coloridas vestimentas para payasos han creado sus hábiles manos en los últimos 50 años. Los balzareños y hasta los migrantes ecuatorianos en España han vestido las creaciones de Antonio Vélez Ruiz, de 72 años, uno de los sastres con más años en esta actividad en el cantón.

A su céntrico taller, ubicado en las calles 9 de Octubre y Daule, no solo llegan sus fieles clientes, a los que ha atendido por años y que buscan vestuarios más clásicos, sino jóvenes que piden prendas acopladas a sus propios estilos.

Criado con su abuela, Vélez aprendió el oficio de forma tradicional, pero ha estado pendiente de las tendencias para satisfacer a sus clientes. Por eso muchos de ellos lo conocen como un sastre ‘chévere’, porque siempre está dispuesto a complacer los gustos de todos.

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Cuenta que, a veces, llegan padres con sus hijos para encargar la elaboración de pantalones con un estilo formal. Pero al día siguiente suelen regresar los jóvenes, sin sus padres, a cambiar la medida y pedir que les ajusten más la parte de las piernas, al estilo ‘chupines’, como está a la moda.

“De 20 cm de ancho quieren que les baje a 15 cm de ancho. Uno acepta todo a gusto de ellos para complacerlos y así uno no sufre del hígado”, asegura Vélez mientras suelta una sonrisa.

En su actividad también le ha tocado improvisar y elaborar prendas a las que no estaba acostumbrado. “Una vez vino una persona que iba a participar en un rodeo, que iba a torear y me dijo que le haga un traje de payaso. Se lo hicimos a su gusto”, recuerda.

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Don Antonio, como lo conocen en Balzar, trabaja con tres jóvenes operarios que le recuerdan sus inicios tras salir del cuartel. Fernando Castillo, sastre de Balzar, le enseñó los primeros pasos. Su primera creación fue un pantalón que tardó dos días en armar, cuando lo normal eran dos horas.

Al inicio combinaba ese oficio con el trabajo de cargador de banano, pero después de haber aprendido a coser ‘bien’ decidió que la sastrería sería su sustento. De hecho, entró a estudiar tres años a una academia para obtener su título.

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Con su esposa, Luisa Arboleda, quien era costurera, puso su primer taller de confecciones. Con ella tuvo tres hijos.

Juan Zambrano, uno de los clientes de confecciones Antonio, afirma que encomienda sus trajes y arreglos a Vélez por su buen acabado y la entrega a tiempo de las costuras.

Aunque las prendas importadas representan una fuerte competencia, que ha bajado los pedidos de confecciones, Vélez asegura que se mantendrá entre tijeras hasta que su habilidad se apague y no haya más tela que cortar.

Taller
Oficio

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Desfile
El primer pedido, por el que recibió una paga, fueron los trajes que se utilizaron en un desfile en Balzar. Su primer esmoquin lo confeccionó en la década de los setenta.

Precios
Cobra $ 10 por la confección de pantalones; $ 5 por las camisetas y $ 60 por los ternos. Allí no está el costo de la tela.