Al albañil Santiago Meza López lo apodaron el Pozolero, por su habilidad para deshacerse de los cadáveres que le entregaba una banda vinculada con el Cartel de Sinaloa.

Cuando fue detenido en el 2009, confesó que las víctimas eran disueltas en barriles con ácido, sosa y otras sustancias químicas. Eran desaparecidos en Tijuana, Baja California, durante los primeros años de la guerra contra los narcos en México. Quedaron convertidos en una mezcla líquida que se depositó en fosas clandestinas.

La mayor parte está bajo tierra, pero desde el 2012 algunos restos se quedaron en la superficie después de las revisiones de la Fiscalía, abandonados en la pequeña finca Ojo de Agua.

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La Secretaría de la Gobernación aseguró el jueves pasado que la cifra de personas “no localizadas” (desaparecidos) es de 22.322 hasta el 31 de julio. Mientras, la Comisión Nacional de Derechos Humanos señala que son 24.000.