Suelen entrenar dos horas diarias o un poco más, entre tres y cinco veces a la semana. A ratos las jornadas se vuelven agotadoras por la exigencia de los ejercicios y por la perfección de las coreografías. En muchos casos, practican sus acrobacias –como saltos al aire– en canchas de cemento, sin protección. En otros, utilizan colchonetas u otros materiales para amortiguar las caídas, de las que no están exentos.

Así, por lo general, entrenan grupos de cheerleaders (animadores o porristas) en el país, indicaron sus integrantes consultados por este Diario.

En una de estas prácticas, el pasado sábado en Manta, sufrió un accidente Gema C.G., de 13 años. Ella quedó con una lesión cerebral al impactarse contra el pavimento, mientras realizaba una pirámide humana en una cancha de usos múltiples de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam).

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Gema está grave, en terapia intensiva, y sus padres afirman que no tienen dinero para costear los gastos de salud de su hija, quien pertenecía desde hace dos años a un grupo de animadoras de su ciudad.

Practicantes de esta actividad en planteles educativos privados, en Guayaquil, dicen que en caso de accidentes, el seguro médico que tienen (que pagan cada año escolar) les cubre cualquier percance. No es igual con clubes de aficionados.

Hay casos en que los padres pagan una mensualidad por las clases de un instructor, que en ocasiones fue cheerleader.

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Fernando Salame, director del torneo Cheerleader Open, que afirma institucionalizó el Cheerleading en el país desde 1998, menciona que el cuerpo técnico de un equipo de Cheerleader debe estar encabezado por el director de Educación Física, que será un docente titulado; por un coreógrafo (para la danza) y por un profesor de gimnasia olímpica titulado.

Salame asegura que muchos grupos de Cheerleaders no tienen para sus prácticas pisos especiales de alto impacto o colchonetas gruesas, que soportan una posible caída.

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En los torneos o competencias, añade, es obligatorio contar con estos pisos, que pueden costar unos $ 12.000 (importado); y con una ambulancia con doctores y paramédicos, que debe estar en contacto con clínicas por si hay emergencias.

El cheerleader no está considerado como deporte, por ello, dice Salame, no hay regulaciones de su práctica.