Es muy común hablar actualmente de las consecuencias negativas en los niños y adolescentes por el uso exagerado de los aparatos tecnológicos, sobre todo del celular, pues se retraen y pierden el contacto personal con sus semejantes. Pero ¿qué ocurre cuando un niño habla con sus padres y estos apenas les prestan atención por estar concentrados en la computadora o el celular? Es lo que María Helena Manrique, orientadora familiar, llama la “adolescentización de los padres”.

“Tiene que ver con una corriente mundial que nos dice que la juventud debe permanecer con nosotros lo que más se pueda; es que el hecho de la madurez de la vida adulta y luego la vejez está mal visto. En el caso de los padres, jóvenes sobre todo, los lleva a una forma de vestirse que muchas veces terminan viéndose ridículos y usan la tecnología como adolescentes, y eso también se ve en el comportamiento en redes sociales”, según María Helena.

Muchas veces esas actitudes, según la psicóloga humanista Clara Díaz, se debe a que los padres “no tuvieron en su adolescencia actividades recreativas como el dinamismo que representan los juegos y la tecnología”.

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Son adolescencias atrasadas, coincide María Helena. “Sucede cuando los adultos en su época de adolescentes fueron muy obedientes, perfectos a veces”.

Así, explica la orientadora familiar, en vez de proyectar que la vida adulta de los padres es “chévere, bonita, que se disfruta en toda su dimensión, proyectamos lo contrario, que lo mejor es postergar la adolescencia y con eso postergamos la madurez de los hijos, les estamos diciendo que la única etapa increíble en la vida es la de él”.

“Si yo como adulto no quiero crecer, mal puede un niño comportarse de otra manera, pues hay dos igualitos y se pierde el sentido de autoridad, pues muchas veces también los padres se llenan la boca diciendo ‘yo soy amigo de mi hijo’, cuando una cosa es ser receptivo, escuchar, aconsejar, pero se confunde, los amigos son los amigos, son los que no ponen normas, un padre sí”, señala María Helena.

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No hay que ser amigos de los hijos, hay que ser padres, coincide Clara.

“Un padre está para formar, tener una buena relación con los hijos, pero poniendo límites”, puntualiza la psicóloga, quien enfatiza en que se confunde el espíritu juvenil con la actitud de adolescentes que asumen los progenitores.

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La consecuencia en los hijos de estas actitudes de los padres, de la poca atención que les prestan, suele ser la rebeldía, asegura Clara.

“El espíritu juvenil tiene su base en disfrutar del día a día, que las cosas que hago me hacen sentir bien, significa también tener tolerancia en la interacción con los otros, no creo que esté mal vestirse juvenilmente, por ejemplo, lo importante es que si te sales de tu etapa no caigas en las críticas, porque eso afecta también a los hijos”, dice la psicóloga Clara Díaz.