Cuando Felipe VI pasó por la calle Bailén en la recta final de su recorrido por las calles de la capital española tras su proclamación, Patricia Vallejo levantó una copa de champán desde uno de los balcones cercanos al Palacio Real.
¡Que viva el Rey!, gritó la lojana vecina del Madrid de los Austrias. Llevaba desde las 09:30 apostada en una de las plantas del inmueble ubicado en la calle San Quintín.
La espera duró tres horas hasta que su grito lo escuchó el nuevo monarca.
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Carla Estrella dependiente en una de las tiendas cercanas a la Puerta del Sol llevó un pequeño televisor para poder seguir el discurso de Felipe VI.
Se emocionó hasta las lágrimas. “Llevo veinte años viviendo en España y esto es demasiado emocionante”, aseguró la ambateña. Mientras, el quiteño Luis Benítez madrugó a las 06:00 para poder trabajar en uno de los hoteles cercanos al Congreso de los Diputados, cercado por la Policía. Se sintió afortunado de poder vivir de cerca un capítulo de la historia del país en el que reside desde hace una década.