Quince hombres trabajan en diferentes frentes de la corbetamisilera Manabí, en el varadero de Astinave. Unos están dentro de la embarcación, desmontando maquinaria, mientras otros, en los exteriores, señalan las partes de acero que se sustituirán por su desgaste.

La nave es una de las cuatro que se reparan en ese astillero, el más grande de la zona y que ocupa 3,5 hectáreas, desde Vacas Galindo hasta la calle Gabriel Pino, cerca del acceso del puente que va a la isla Santay.

Su arreglo arrancó seis meses atrás y se extenderá por más de un año, probablemente cuando le quede poco tiempo de operación al astillero en ese lugar.

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El predio, en el cual se construyen unos tres barcos al año y se reparan otros 30, está en el Barrio del Astillero, en el tramo considerado por el Gobierno para prolongar malecón Simón Bolívar, desde el Club de la Unión hasta la calle El Oro.

A lo largo hay 13 puntos que sirven de varaderos, astilleros y atracaderos (incluidos los muelles del Instituto de Pesca, Bomberos y un sitio que alberga embarcaciones de remo), según constató este Diario.

En la Subsecretaría de Puertos, que posee datos de las concesiones otorgadas por la Dirección de Espacios Acuáticos (Dirnea), hay registros de 8.

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Astinave estima que la desocupación total del predio que ocupa se producirá en diciembre del 2016. Hasta esa fecha se espera trasladar toda la operación a un nuevo lugar. Este se determinará a fines de mes tras conocerse los resultados de un estudio. La construcción de la primera fase del nuevo astillero, que formará parte de un complejo industrial marítimo, empezaría en enero del 2015.

Desocupada el área, se apunta a construir un parque temático marítimo que albergue un museo naval, afirma el comandante Camilo Delgado, gerente del astillero.

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El traslado, que coincide con el anuncio de prolongar el malecón, se viene estudiando años atrás por la reducida capacidad instalada que tienen en el actual astillero, explica Delgado.

Pero en otros astilleros y atracaderos, la posibilidad de salir ante la ampliación del malecón es algo que no esperaban. Ninguno ha sido notificado. Y ello inquieta a sus dueños.

El varadero Santo Domingo, que administran los hermanos Carlos y Eusebio Rizzo, lleva más de siete décadas en la calle García Goyena. Ellos, que son la tercera generación a cargo del negocio, afirman que si los varaderos salen “se perderá la esencia del Barrio del Astillero”.

Eusebio asegura que cuentan con permisos para trabajar allí hasta el 2050, por lo que desconoce cómo se manejará el asunto.

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A pocas cuadras de allí está el varadero Marianita, de Luis Guerrero. Su abuelo montó la parrilla que en época de reparaciones llega a congregar hasta más de 20 trabajadores. Guerrero cree que una reubicación repercutirá en toda la cadena de producción que se mueve alrededor de los varaderos, como soldadores, torneros, ferreteros.

“Trasladarnos a otro lado requiere dinero, porque es comenzar infraestructura. No sé si es que el Gobierno dará una línea de crédito, esto aún es incierto”, dice.

Espacios
En la ría

Armadores
Los armadores pesqueros que operan en la zona esperan que se revise la medida o en caso de reubicarlos, que se les otorgue un espacio similar.

Notificación
La Subsecretaría de Puertos indica que solo puede notificar la salida de astilleros y varaderos una vez que exista un documento oficial y hasta la fecha no hay disposiciones.