Sudáfrica festeja este domingo el 20º aniversario de sus primeras elecciones multirraciales, que pusieron fin al régimen del apartheid impuesto por la minoría blanca.

Las felicitaciones del mundo entero, desde la reina de Inglaterra Isabel II al secretario de Estado norteamericano John Kerry, afluyeron para conmemorar aquel 27 de abril de 1994, fecha considerada el primer día de la actual democracia sudafricana.

Ante una multitud alegre reunida ante la sede del gobierno, el presidente Jacob Zuma recordó "la sangre, el sudor y las lágrimas" vertidos para ganar "el preciado derecho de voto", y llamó a sus compatriotas a votar de nuevo, "por millones", en las legislativas del 7 de mayo.

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"Votemos para consolidar la democracia y todos los éxitos de nuestra joven nación", lanzó Zuma, en campaña por un segundo mandato a la cabeza del país, que posiblemente ganará dada la hegemonía de su partido, el Consejo Nacional Africano (ANC en sus siglas en inglés).

Zuma rindió también un homenaje poco frecuente para agradecer, no solo al ANC, sino a todos aquellos que lucharon contra el apartheid: desde los periodistas progresistas que desafiaron la censura hasta los países africanos vecinos, los deportistas o los artistas.

Coronando unas muy difíciles negociaciones entre el ANC de Nelson Mandela y las autoridades del apartheid, aquellas elecciones permitieron a Sudáfrica escapar al caos y a la guerra civil que entonces parecían perfilarse, y abrieron el camino a la elaboración de una Constitución que hoy se encuentra entre las más progresistas del mundo.

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Dos imágenes de aquellas elecciones de 1994 quedaron grabadas para siempre en la memoria de todos.

La primera, la de un Mandela sonriente, con su sobre con su lista de votación en una mano. Cuatro años antes, ese mismo hombre había dejado detrás 27 de prisión y recuperado la libertad con un puño en alto.

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La segunda, las largas, interminables filas de electores que con paciencia esperaban ante las oficinas electorales, símbolo de un pueblo que fraternizaba en las urnas después de años de violencia y racismo.

Por primera vez, la mayoría negra, antes excluida, pudo votar.

"Hoy es un día como nunca antes hubo otro. La votación en nuestras primeras elecciones libres y justas ha comenzado. Hoy es la alborada de nuestra libertad", declaró aquel día Mandela, poco antes de convertirse a sus 75 años y con el apoyo de parte de la minoría blanca en el primer presidente negro de la historia sudafricana.

"Juntos, de pie, lancemos con voz alta y clara este mensaje: no dejaremos a un puñado de asesinos robarnos nuestra democracia", declaró Mandela ese día, rodeado de medidas de seguridad sin precedentes por el temor a posibles atentados.

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Mientras tanto, el arzobispo Desmond Tutu resumía el sentimiento nacional: "¡increíble, es como cuando nos enamoramos, o como caminar sobre las nubes!".

El tiempo dio en parte la razón a los optimistas. Antiguo estado paria, Sudáfrica se ha afirmado en el escenario internacional, su PIB se ha doblado en 20 años, la pobreza ha retrocedido y ha aparecido una nueva clase con dinero entre los negros.

Pero la situación todavía dista mucho de "la vida mejor para todo el mundo" prometida por Mandela en 1994.

La falta de empleo, de profesores de calidad y de una policía fiable, así como las carencias del sistema de sanidad pública en el país - en el que una mujer arriesga su vida al dar a luz pero existen clínicas privadas a lad que se acude desde todo el continente africano para recibir tratamientos - reflejan una sociedad que ha pasado de la discriminación por el color de la piel a la selección por el dinero.

Sudáfrica sigue siendo uno de los países del mundo con mayor desigualdad. Desde hace diez años, las explosiones de violencia popular se multiplican en los barrios pobres para denunciar la corrupción de los políticos y las privatizaciones.