Cuando mira a través de las vitrinas de una tienda de electrodomésticos del centro comercial Sambil, uno de los más grandes de Caracas, Aleimar Sánchez ve algo más que un negocio con problemas, cuyas estanterías están casi vacías. Ve el deterioro económico de todo un país.

"Se siente mucha decepción, hasta amargura al pensar en un país tan rico que está cada día más acabado", afirmó Sánchez, una comerciante de 39 años.

Por años los centros comerciales le han permitido a los venezolanos vivir en una burbuja de opulencia y tener un refugio seguro contra la creciente delincuencia, pero hoy enfrentan el riesgo de desaparecer ante las serias dificultades económicas que padece el país petrolero y unas nuevas regulaciones de los alquileres.

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Lejos de verse abarrotados como hasta hace poco tiempo, los centros hoy muestran una desoladora cara con algunos locales cerrados y comercios con estantes vacíos en los que solo pululan aburridos vendedores que matan el tiempo leyendo, navegando por el internet o charlando con sus colegas.

La falta de mercancía, generada por problemas con las importaciones y retrasos en la venta de divisas oficiales, ha obligado a muchos comerciantes a hacer malabarismos y espaciar la distribución de sus productos en las vitrinas para tratar de darle vida a sus tiendas y disimular la recesión que enfrentan.