Conforme iban llegando se dirigían a la sacristía de la Catedral, que a su vez, tiene salida hacia la iglesia El Sagrario. Ese, desde las 09:00 de ayer, fue el escenario en el que los 323 sacerdotes de la Arquidiócesis de Guayaquil se reencontraron como preámbulo de la misa crismal, que empezó a las 10:00.

Se recibieron con abrazos y palmadas en la espalda, conversaron, compartieron anécdotas, se fotografiaron con sus celulares, intercambiaron contactos y hasta se confesaron. La confraternidad era evidente, pese a que algunos tenían mucho tiempo sin verse, pues, aunque las reuniones en la Curia son periódicas, no siempre coinciden todos.

Eran los momentos previos a la ceremonia con la que se recordó la institución de la eucaristía y en la que los sacerdotes renovaron los votos que prometieron el día en que se ordenaron como clérigos. Con eso quedaron listos para hoy, en cada una de sus parroquias eclesiásticas, liderar los actos de fe con los que se recuerda la muerte de Jesús, el Salvador.

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La iglesia El Sagrario fue también el escenario donde los religiosos se pusieron la vestimenta litúrgica: alba, estola y casulla de color crema. “Estamos de fiesta. Es el día del sacerdocio y nos sentimos contentos”, expresó el padre Ángel Villamizar, párroco del Cristo del Consuelo, mientras se ponía las prendas.

En la sacristía, en cambio, el arzobispo de Guayaquil, monseñor Antonio Arregui, se puso los ornamentos con ayuda de su asistente, Flower Bastidas.

Una vez listos, Arregui, Bertram Wick, Iván Minda y Juan Bautista Piccioli, obispos auxiliares; Hugolino Cerasuolo y Víctor Maldonado, obispos eméritos de Loja y Guayaquil, respectivamente, encabezaron la caminata desde El Sagrario hasta la Catedral.

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En la ceremonia, que presidió Arregui, se bendijeron los óleos para ungir a los enfermos y a los catecúmenos (que desean recibir el bautismo). También se consagró el crisma. En la tarde se realizó el lavatorio de los pies.