La doble canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII es un golpe maestro del papa Francisco para reconciliar dos visiones de la Iglesia y balancear el culto a la personalidad que suscita el conservador y carismático pontífice polaco.

Elevar a la gloria de los altares en una única ceremonia el 27 de abril en la plaza de San Pedro al carismático y conservador Juan Pablo II (1978-2005), primer papa no italiano en más de cuatro siglos, y a Juan XXIII (1958-63), que abrió la Iglesia a la pluralidad del mundo moderno, generó tanto elogios como críticas.

La decisión de canonizar a Juan XXIII (Angelo Giusepe Roncalli) sin comprobación de milagros no ha sido tomada con frecuencia, pero corresponde a una prerrogativa del jefe de la Iglesia Católica, que ha querido así valorizar el ejemplo del llamado "papa bueno", autor de la encíclica "Pacem in terris", y equilibra de algún modo la veneración que suscita el polaco Karol Wojtyla.

Publicidad

"Francisco quiso santificar a alguien que considera realmente un santo", aunque no se le atribuya ningún milagro específico, sostiene el vaticanista del diario La Stampa Marco Tosatti, al referirse al papa italiano.

Juan XXIII pasó a la historia como el pontífice que convocó el gran Concilio Vaticano II (1962-1965), que abrió a la Iglesia al mundo para modernizarla. Fue una persona simple y de buen humor, una actitud parecida a la que mantiene actualmente su sucesor Francisco, primer papa latinoamericano y primer jesuita al frente del Vaticano.

La canonización conjunta muestra, por un lado, la intención de Francisco de mantener el equilibrio entre dos figuras tan contrapuestas como "el agua y el aceite", afirmó el experto en asuntos religiosos español Juan Bedoya.

Publicidad

Esa decisión le valió a Francisco críticas indirectas de una parte de la Iglesia polaca, bastión del catolicismo en Europa, que ve con inquietud el interés del papa argentino por los problemas de los laicos y su abordaje de cuestiones sociales.

"Uno era reformista, abierto y bonachón; el otro amaba el espectáculo (Karol Wojtyla fue de joven actor en Polonia) y era intransigente y enemigo del pensamiento teológico libre", sostiene Bedoya.

Publicidad

La idea de una "Iglesia de los pobres", que fue la propuesta estrella de Juan XXIII a través del Concilio Vaticano II, "fue un camino que no siguieron Juan Pablo II y Benedicto XVI", sostiene en un artículo el renombrado teólogo progresista español Juan José Tamayo.

Francisco, en su año de pontificado, volvió por su lado a tender algunos puentes con la Teología de la Liberación, que se había visto marginada en los tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

La doble canonización invita a apreciar y a venerar a dos modelos de religiosos, tanto por su modo de actuar como de pensar, pese a la rivalidad histórica entre sectores conservadores y progresistas en el seno de la Iglesia.

Ironía de la historia, en el año 2000 Juan Pablo II beatificó (paso previo a la canonización) a Juan XXIII junto con Pío IX, que tuvieron trayectorias inversas.

Publicidad

Mientras el llamado "papa bueno" pasó de ser un eclesiástico conservador a convertirse en el pontífice de la apertura, Pío IX (1846-1878), con una imagen inicial de liberal, se convirtió en el papa que rechazó el modernismo.