Ricardo lleva casi todos sus 35 años cantándole a la gente. Toca muchos instrumentos. Pero es con sus letras y su voz que lleva mensajes de alegría y buena onda a donde sea que lo lleven sus pasos.

En dos días sale al sur del continente, a su segunda gira por Chile (Santiago, Viña del Mar, Valparaíso, Concepción) y Argentina; esta vez se salta a Perú en el recorrido de más de tres meses. Allí promocionará los temas de su primer disco llamado Aventuras de ayer, hoy y siempre. Lleva ese nombre porque es lo que significó para él hacer esta producción. “Una aventura, yo quería que ese disco me llevara de paseo y lo logré”.

En el disco hay temas muy movidos y alegres, al final otros más lentos, todos influenciados por el folclore latinoamericano que lo marcó desde niño.

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Desde niño
Ricardo recuerda su infancia siempre encima de un escenario. A los 3 o 4 años, el escenario era una mesa donde su papá lo subía a cantar en las fiestas familiares y de amigos. Escuchaba de todo un poco, desde Mercedes Sosa hasta los Beatles, dos de sus artistas favoritos. “Mi mamá me cuenta que yo cogía el LP de los Beatles y cantaba She Loves You Yeah Yeah Yeah”, cuenta cantando a todo pulmón como sí regresara a esa época.

Su hermano Sebastián también es músico.

Luego, en uno de los tantos colegios en los que estudió en Guayaquil formó bandas colegiales y aprendió a tocar. Ahora maneja el bajo, la guitarra, instrumentos de percusión, entre otros.

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AVE fue la primera banda que lo marcó. Un grupo que formó con sus amigos Stanley Parker y Oswaldo Armendáriz. AVE fue reconocido en el movimiento musical independiente de la ciudad, pero se disolvió cuando los integrantes viajaron hacia Buenos Aires a vivir y cada uno tomó rumbos musicales diferentes.

Ricardo estudió música en Buenos Aires y fue allí donde retomó sus influencias del folclore. Al volver a Guayaquil se unió como bajista al grupo de rock Niñosaurios, pero siempre el escenario lo llamaba como solista. Luego de unos años en la banda decidió seguir su camino musical en solitario.

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Uno de los músicos que más admira, Hugo Idrovo, le aconsejó sobre ello. Y aunque dice que la vida que se lleva como artista es un poco solitaria, no se arrepiente de ello, y tiene una buena historia de cada lugar a donde va.

De Buenos Aires, por ejemplo, destaca la cantidad y calidad de su cultura musical. En esa ciudad tuvo uno de sus pocos miedos escénicos cuando se presentó en un festival en la Avenida de Mayo, al que asisten miles de personas.

Sobre su gira, como una bendición, Ricardo explica su evento con Kalule, grupo chileno de música folclórica, que le abrirá sus conciertos en ese país. Con poco equipaje, guitarra en mano y un infaltable sombrero que complementa el look, Ricardo sigue en busca de nuevas aventuras.

Luego regresará a Guayaquil a grabar sus nuevos temas.

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Ricardo trabaja en su segundo “hijo”, como llama a sus discos, al que pondrá de nombre amuleto, para que lo acompañe y le dé la mejor de las energías. Prefiere que sea sin mucho plan, a donde lo lleve la vida.

Desde su departamento en Bellavista, barrio que le encanta por su paz y cercanía al centro y a Urdesa, disfruta sus últimas horas en Guayaquil antes de su gira.

Ricardo, quien cree que en el extranjero hay más apoyo para los músicos independientes y hay más escenarios para presentarse, compone sentado en su balcón y recorre la ciudad a pie, como la frase que usa en su tema Canción para el resto de los días, sin ningún mal que pueda malinterpretarlo.