Calles con aceras y casas de cemento de hasta cuatro pisos destacan al llegar a la comunidad El Rosario, del cantón El Tambo. Pero al adentrarse se evidencia un contraste con vías estrechas de tierra, y lodo cuando llueve, sin aceras y viviendas de bahareque (lodo y carrizo).

El silencio predomina. No había personas en la calle el pasado martes, pero se escucha a niños que dentro de las casas ríen y gritan en algún juego o en una riña entre ellos. A estos se los halla solos, o con un adulto que por lo general es un abuelo o familiar, o con algún adolescente que es el hermano mayor. La mayoría de los padres de estos menores emigraron a EE.UU., desde hace una década y muchos de los pequeños han intentado, de manera irregular, viajar donde sus progenitores.

El pasado 11 de marzo se reportó el suicidio de una menor en una casa hogar en México, cerca de la frontera con EE.UU. Era oriunda de esta localidad e intentaba ir Nueva York.

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Tres menores cuyos nombres protegemos relatan sus testimonios del trayecto para intertar reunirse con sus padres.

Uno de los que reside en este poblado es Luis, de 10 años. El menor vive en una casa de dos pisos y siete habitaciones que sus padres terminaron de construir el año pasado. La comparte con dos hermanos –uno de 18 años y otro de 16–, otra hermana, de 24, el esposo y los dos hijos de esta. Junto a esta casa, en otra, de barro, viven tres primos sin sus padres.

Luis comenta que dos veces lo deportaron de México, en el 2005 y este año.

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Relata que por insistencia de sus padres, quienes emigraron cuando él tenía 2 años, salió de su casa para ir a EE.UU., acompañado de su hermano de 16, su sobrino de 5 y un “guía” que contrataron sus padres.

Ellos partieron a Quito, allí tomaron un taxi a Tulcán, viajaron 22 horas en bus a Bogotá, tomaron un vuelo hacia Honduras y en varios carros, cruzaron Guatemala, El Salvador y México. En la primera ocasión llegó hasta Tuxla y la segunda hasta Reinoso, en México.

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Detalla que las dos veces fueron retenidos por migración, pasaron dos meses en una casa hogar tras ser deportados. No buscaron otro viaje, pese a la insistencia de sus padres. “Teníamos mucho miedo de que nos coja migración cuando estábamos escondidos en el monte por las noches, que era cuando más caminábamos y animales se cruzaban por los pies, los insectos nos picaban. Nos daban de comer una vez al día y en Reinoso nos cogió un comando que nos robó $ 200”, asegura.

Tutores de otros niños cuentan que han sufrido iguales vivencias al querer ir a EE.UU. y han sido deportados dos veces. Carmela, de 50 años, abuela de Wendy, de 12, dice que esta menor en su primer intento retornó de Tulcán y en el segundo, de Bogotá. Pide a los padres de ella que no permitan otro intento. “Mi nieta cuenta que en el hogar donde espera que le ‘manden volviendo’ había hombres que las veían lluchitas (desnuditas) cuando se bañaban”, dice. Wendy tampoco quiere ir luego de que conoció sobre la muerte de una joven en México.

“Mi prima de 14 años con la que viajé la segunda vez me dice que venga no más, que es lindo, que solo dos días hay que caminar por el desierto, lo demás es facilito, se viaja solo en carro (...), porque después de dos meses ella sí ha llegado”, señala.

Ángel, también de 12 años, explica que viajó por segunda vez en enero pasado con su tío de 21 años y una niña de 12. En el grupo había niños de 5 y 6 años de otras comunas de Cañar. “Si llegábamos hasta Honduras, debíamos pagar $ 1.000, luego $ 2.000, $ 3.000, según vayamos pasando fronteras”. Los detenían semanas o meses cuando los pasaportes presentaban problemas y los coyotes instruían que digan que iban de paseo, evoca.

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Milton Correa, rector del colegio El Tambo, dice que alrededor del 60% de los 914 estudiantes de la sección diurna tiene a sus padres en el exterior y que el 50% ha emigrado o fue deportada. Según él, los jóvenes a cargo de abuelos, hermanos mayores, otros familiares o conocidos son vulnerables de maltratos, desnutrición, bajo rendimiento y problemas.

“De los 15 niños que asisten a clases solo cuatro viven con sus padres, los demás están a cargo de familiares y hasta de terceras personas”, asegura Eugenia Rodríguez maestra de la escuela 20 de Agosto, de El Rosario.

Según María Guamán, la directora, la mayoría de niños viaja sin un proceso de reunificación familiar ni intenta obtener visas, porque sus padres están sin documentos. Estima que este tipo de viajes aumentaron en los últimos dos años.

La Cancillería en Cuenca reporta que desde junio del 2010 ha tramitado 17.188 pasaportes para menores.

60%
de 914 alumnos del colegio El Tambo tiene a sus padrES en el exterior