Un vehículo se detiene frente a ellos, sin perder un segundo decenas de hombres corren hacia él y se aglomeran en la ventana del conductor, en busca de un trabajo. Se trata de un grupo de unos 40 obreros, entre albañiles, carpinteros, gasfiteros, electricistas que lunes y martes se ubican afuera de la ciudadela Las Riberas (km 1).

“Somos trabajadores de la construcción”, afirma uno de ellos. Vienen de distintas partes de Guayaquil, del sur, norte, centro y de otros cantones. Llegan a las 07:00 y si hasta el mediodía no consiguen algo regresan a sus casas.

Andrés es de Guaranda, provincia de Bolívar. Cuenta que aprendió de esto en su infancia. “En mi pueblo había un señor que estaba haciendo el hospital y de pequeño curioseaba por ahí y me nació aprender”, dice. Asegura que conoce toda La Puntilla, pues ha trabajado en varias ciudadelas. Vino a Guayaquil en busca de mejores condiciones de vida, sin embargo, afirma, y con él coinciden sus compañeros, que el trabajo de albañilería no es bien remunerado. “Abusan de uno porque la tarifa la ponen ellos (los contratistas)”, revela Manuel. Agrega que “pagan lo que les da la gana, no respetan. Pagan $90 la semana y ahí se incluye la comida, no alcanza para la casa”.

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A esto se suma el trato que reciben de los contratistas, comenta Juan. “El trabajo normal es de 08:00 a 16:00, pero nos hacen quedar hasta las 20:00 y eso no reconocen”. A diferencia de otros comerciantes informales, a este grupo la Policía Metropolitana, según ellos, no los molesta. En este mismo punto está José sentado con su serrucho. Lleva 40 años dedicado a la carpintería y al igual que el resto, denuncia el maltrato del contratista: “¡Oye flaco, ven acá, a ti te digo, ven a trabajar, viejo!”, así dicen que los tratan. Todos son trabajadores informales.

A pesar de que los obreros no tienen problemas con la Policía Metropolitana, prefieren no dar sus nombres por miedo a represalias, pues este tipo de trabajo es prohibido en la zona. Así lo establece la reforma a la Ordenanza del Uso del Espacio y Vía Pública, capítulo XIII, explica el comisario municipal Víctor Hugo Solano.

“Se cuidará de que los vendedores ambulantes no obstruyan el tránsito y, evitará que su aglomeración implique el cierre de una calle, vereda, portal, o que obstruyan los accesos a edificios públicos o privados o almacenes establecidos”, indica el artículo. “Nosotros los erradicamos porque no permitimos vendedores informales ni carretas”, afirma Víctor Hugo Solano.

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Pero la realidad se muestra de otra manera. Y los informales se aglomeran en los puntos comerciales de La Puntilla como en el km 1,5, zona de centros comerciales; km 2,5, zona escolar; km 5, bancos y plazas; y en el 10, oficinas.

En el sector Los Arcos (km 1,5), por ejemplo, se venden almuerzos en carros particulares o puestos improvisados, debido a la gran cantidad de trabajadores que buscan comida no cara. Ahí esta Felipe vendiendo empanadas. Viene de la isla Trinitaria y hace ocho años se dedica a esto. Su ganancia promedio es de $ 40 a $ 50 diarios. “Con eso me sostengo para vivir”, dice con una sonrisa, aunque enseguida trae a su mente el recuerdo de tiempos mejores, cuando vendía $ 150 por día. Que sus ganancias hayan disminuido se debe a un episodio que aún parece doler a Felipe. “Créame, tuve un buen puesto afuera de Río Grande. Todos los que construían el puente sobre el río Guayas venían de allá a comer acá, incluso los vigilantes eran mis clientes, les encantaba”, recuerda. Añade que dejó esa ubicación porque tuvo diferencias con un residente del sector, que no quería que vendiera sus productos.

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Él escogió Samborondón porque conocía el sector, pues trabajó en construcciones en las ciudadelas Entre Ríos y en Las Riberas. Felipe ha tenido que correr por varias ocasiones de los metropolitanos.

Más adelante, en el km 2,5, está Ramón Vera Carreño, conocido como el Chino pastelero. Desde hace ocho meses se ubica en una esquina de Tornero III para vender pasteles de pollo, carne, chorizo y mixto. Cada pastel tiene nombre: al de carne lo llama Tsunami, al de pollo Playa, al de chorizo Submarino; y el Circuito, que es un pastel de chorizo, huevo y carne. Cada uno cuesta $ 0,50. Sale a las 03:00 de su casa, en el norte de Guayaquil, para ir al sur a la panadería de un amigo, quien le presta el sitio para que prepare los pasteles. A las 05:00 ya está en La Puntilla vendiendo, y a las 12:00 su canasta está vacía. “Me siento ahí (en la esquina) a esperar vender. No solo los trabajadores son clientes, también estudiantes de la UEES, personal de los clubes y de los locales”, asevera.

Ramón recibió la propuesta de tener su propio quiosco del coordinador del edificio donde él se para. Aceptó porque dice que así se evita problemas con los metropolitanos.

Al final de la avenida, en el km 10, están los hermanos Emilio y Blanca Burgos. Ella no recuerda con exactitud desde hace cuánto tiempo su hermano trabaja en el sector, pero ahora ya tienen una carretilla donde venden frutas. En el km 10, antes tenían solo una mesita de madera. Vienen de Flor de Bastión y este negocio es el sustento de su familia. De lunes a sábado ofrecen sandías, piña, papaya y jugo de naranja. A las 08:00 abren la carreta, la cual a las 18:00 queda guardada en el Cuerpo de Bomberos de Samborondón. “Nos compra la gente que trabaja por acá y quienes se bajan en esta parada de bus”, indica Blanca, de 22 años. Aseguran que ellos no tienen problemas en vender, pues están autorizados por el Municipio, afirma. “Yo trabajo por mi bebé, en vez de estar vagando prefiero estar trabajando”.

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El sociólogo Rubén Aroca explica que este movimiento comercial informal en el sector se da por el poder adquisitivo de los residentes y por una influencia laboral. Esta última, dice, es porque los residentes de La Puntilla van hacia Guayaquil para trabajar “y desarrollan parte de la actividad diaria en Guayaquil, entonces, esto se repite en los comerciantes informales, van en la mañana a La Puntilla, y en la tarde regresan a sus casas”.

La población flotante que va a Guayaquil es de 71 mil personas, en esa cifra se incluye a residentes de Samborondón, según el INEC.

Hasta diciembre del 2013 se registró un 4,7% de tasa de desempleo en el país. Según Aroca, es una migración interurbana. Asegura que no afecta que suceda en un sector de ciudadelas privadas porque el trabajador informal se ofrece en la vía pública y no como un servicio a domicilio. “Buscan zonas de mayor tráfico como desde el km 1 hasta el 5, hay mayor movimiento en estos puntos”.

4,7
Por ciento es la tasa de desempleo en el país, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos

1,5
Es el km con mayor tránsito comercial de La Puntilla

Me siento en la esquina a esperar vender. No solo los trabajadores son clientes, también estudiantes de la UEES, y de los locales”.Ramón Vera Vende pasteles