Leopoldo López está convencido de que la protesta social en las calles es la vía para alcanzar el cambio en su país. Cree tanto en ella que hasta desde una cárcel militar, en donde se encuentra desde el pasado 18 de febrero, mediante una carta entregada a su esposa, Lilian Tintori, y divulgada en su cuenta de Twitter, pide a sus seguidores que no se rindan, que se mantengan, pacíficamente, protestando para presionar la salida de un gobierno chavista que, dice, ha “destrozado Venezuela”.

Tintori indicó a la cadena colombiana Caracol que con la detención, el oficialismo quiere doblegar a su esposo. No lo lograrán, aseguró. Para subir sus ánimos, dijo, él mismo se repite la frase que portaba en su camiseta de color blanco, aquel mediodía del martes último cuando se entregó voluntariamente a la Guardia Nacional Bolivariana en una plaza de Caracas: “El que se cansa, pierde”.

López, como ocurrió hace doce años, fue acusado por los oficialistas de golpista y desestabilizador. Ahora Nicolás Maduro lo señala como el principal responsable de llamar a la violencia en la marcha estudiantil que el 12 de febrero pasado generó 3 muertos y 66 heridos.

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Desde que López retornó a su país luego de estudiar en Estados Unidos (1996), el sello político que lo ha caracterizado ha sido el devolverle a la sociedad venezolana el poder de la calle y la protesta pacífica como salida a lo que él calificó en CNN en Español como “desastre”.

Robin D. Meyer, consejero político de la Embajada de Estados Unidos en Caracas, en el 2009, en documentos clasificados filtrados por WikiLeaks, recogidos por BBC Mundo, decía de López: “Suele ser descrito como arrogante, vengativo y hambriento de poder” y que “sus compañeros aseguran que tiene una popularidad que ha perdurado”.

Entre 1989 y 1996, López obtuvo su título de economista en el Kenyon College y una maestría en Políticas Públicas en Harvard.

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Leopoldo López es el segundo de tres hijos de una familia pudiente relacionada con los negocios y el sector petrolero. Por parte de su madre, Antonieta Mendoza, sus antepasados son Concepción Amestoy Palacios, sobrina de Simón Bolívar, y Cristóbal Mendoza, primer presidente de Venezuela.

Apenas llegó a Caracas, se enroló con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) como asesor económico en la Coordinación de Planificación. Hasta 1999 estuvo en el cargo y alternó su actividad con la docencia en la Universidad Andrés Bello.

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La carrera política de López se inicia recién en el 2000. Con solo 28 años, el fundador del partido Primero Justicia en su primera participación era elegido como alcalde del Chacao, el municipio más rico de Caracas.

La reorganización del sistema de transporte urbano, la modernización de la educación municipal, entre otras obras, le valieron la reelección en la Alcaldía, hasta el 2008. En cuatro años la votación de López pasó de 51%, en el 2000 a 81% en el 2004.

Blanca Mármol, exmagistrada del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, cree que la detención de López “es una criminalización de la disidencia”. Dijo que las autoridades buscan sacarlo “de la vida pública” por su arrastre popular.

A ojos del chavismo, esa popularidad estaba anclada en una cercanía con la “ultraderecha”.

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Esos señalamientos se incrementaron en abril del 2002, cuando López junto con líderes como Henrique Capriles, actual gobernador del estado Miranda y dos veces candidato a la presidencia de ese país, participaron en movilizaciones que terminaron en el golpe de Estado, que sacó momentáneamente del poder a Hugo Chávez.

Por un lado, López se sentía orgulloso, pues con “una marcha tumbaron a Chávez”; pero por otro, reconocía como error el haber participado en la captura del capitán (r) Ramón Rodríguez Chacín, exministro del Interior chavista, a quien lo acusaban de excesos policiales contra marchas de la oposición.

Solo la amnistía otorgada por el mismo Chávez, en el 2007, impidió que López fuera juzgado por “crímenes golpistas”.

Durante el último año de gestión de López en el Chacao, el gobierno de Chávez cobró una deuda pendiente. Lo inhabilitó por tres años para ejercer cargos públicos. Una acusación de Contraloría por mal manejo de fondos, cuando estuvo en PDVSA, cortaba su aspiración de ser alcalde de Caracas.

Por ese caso, en el 2011, la CIDH falló a favor de López al declarar que el Estado era el “responsable por la violación del derecho a ser elegido”.

Pese a la inhabilitación, López optó por no retirarse de la vida pública. Su radicalismo se transformó en un “problema”, no solo para el gobierno de Maduro, quien lo ha calificado de “fascista”, sino también para la unidad de la misma oposición.

Capriles y López, dos de las figuras importantes de la oposición, mantienen discrepancias en la forma de solucionar diferencias con el poder.

El primero cree en la vía del diálogo con el gobierno, mientras que López –líder desde el 2009 del movimiento Voluntad Popular– insiste en que con el pueblo organizado en las calles “se alcanzará un verdadero contrapeso que terminará con el cambio del sistema”.