Abatida por el hambre y la fatiga, la anciana María Carreño espera ayuda mientras el gobierno y la comunidad internacional despliegan esfuerzos frente a las peores inundaciones de los últimos años en Bolivia, que dejan ya 56 muertos y daños en gran parte del país.

La septuagenaria, antigua habitante de Puerto Varador (a 7 km de Trinidad, capital del departamento amazónico de Beni) observa desde un lado el camino su pequeña casa de madera, rodeada de agua. "Todo lo que tengo son mis gallinitas. No tenemos qué comer, se han muerto mis chanchos ", dice la mujer.

En un muelle improvisado llega en barcas el ganado rescatado de las aguas acumuladas. Los animales están famélicos y varios de ellos se desploman por debilidad, agonizan y mueren pronto. Algunos lugareños pobres llegan, cuchillo en mano, para faenarlos y lograr llevarse algo para comer.

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Las lluvias han disparado la alarma de ganaderos sobre la masiva mortandad de animales, aunque el gobierno la ha minimizado e intenta paliar la situación distribuyendo 3.000 toneladas de forraje.

Las pertinaces lluvias, que cesaron en los últimos días, han dejado como saldo "una pérdida de 44.700 cabezas" dijo en La Paz el viceministro de Tierras, Víctor Hugo Vásquez. "Las pérdidas son mínimas pues la población ganadera es de 8,8 millones", dijo.

Las inundaciones han provocado además un éxodo de indígenas pobres instalados en la región de Beni, la más golpeada de Bolivia, hacia tierra firme para poder así buscar comida.

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Francisco Rivas, un cacique indígena, comenta que tienen dificultades para alimentarse desde hace 15 días pues la ayuda estatal, como agua y comida, no ha llegado con la prontitud que asegura la propaganda oficial.

En varias rutas en torno a Trinidad se pueden ver indígenas buscando ayuda o utilizando pequeños y rústicos botes para intentar volver a sus comunidades o salir de ellas. Otros caminan con el agua hasta la cintura.

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Por Puerto Varador, sobre el río Mamoré, también se observa un grupo de capibaras (carpinchos), una especie de enormes roedores silvestres, que casi cubiertos por el agua buscan instintivamente tierra firme.

Trinidad, de unos 92.000 habitantes y capital de Beni, se ha convertido en epicentro de las operaciones de ayuda.

La ciudad está protegida por un dique de 8,2 kilómetros, construido por militares bolivianos y venezolanos y que hasta ahora ha sido útil para evitar una inundación mayor.

El departamento de Beni tiene una extensión similar a la del Reino Unido y es la región que alimenta con carne a Bolivia.

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La región está cruzada por ríos, provenientes de los Andes y los Valles bolivianos, golpeados semanas atrás por torrenciales aguaceros. Todos esos afluentes luego engrosan los caudalosos ríos Iténez o Guaporé, que sirve de frontera natural con Brasil, y el brasileño Madera o Madeira que muere en el Amazonas.

Las lluvias han dejado en todo el país, desde que comenzaron a registrarse los temporales a fines de septiembre pasado, 56 fallecidos, 11 desaparecidos y 58.600 familias afectadas, según reportes del Ministerio de Defensa.