La noche de San Valentín, las exalumnas del colegio Rita Lecumberri, de la promoción 1963-1964, volvieron a reunirse, como es su costumbre, pero esta vez para celebrar sus bodas de oro profesionales.

La fuerte lluvia de esa noche no arruinó la cita. Aunque retrasadas por el tráfico y las calles inundadas de ciertas zonas, una a una fueron llegando al salón La Carbonara, en Urdesa, del brazo de esposos o hijos, luciendo trajes elegantes y un accesorio común: la escarapela (botón) del Rita Lecumberri.

Gloria Mieles promovió el reencuentro. Comenzó a llamarlas a todas, consiguió datos en el colegio, las buscó, con la finalidad de mantener esa amistad forjada en las aulas.

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“En cada reunión que hemos hecho, ya sea en mi casa o en la de otra amiga, siempre acordamos donde será la siguiente velada”, expresó Ana Vaca de Rodríguez, de 72 años, quien como representante del plantel fue campeona de salto largo.

“Es una felicidad tan grande porque es un reencuentro y estos 50 años los hemos vivido felices”, dijo Carlota Piedrahíta, quien se dedicó a la docencia al igual que Alicia Peñafiel y otras compañeras. Anotó que en sus tiempos de colegiala cuidaban los detalles de sus uniformes y la interacción con jóvenes afuera del plantel era casi nula.

“Los vicentinos nos miraban desde la cuadra de enfrente, no cruzaban, no podían vernos acompañadas”, evocó Piedrahíta, quien fuera elegida la mejor compañera en el colegio.

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En el salón, en las mesas de vidrio, decoradas con velas y flores, las exalumnas recordaron anécdotas y “se ponían al día” de sus vidas actuales.

La reunión empezó oficialmente con el Himno al Maestro. Luego se designó Reina de las Bodas de Oro a Nelly Maridueña, quien se jubiló como profesora en la escuela fiscal Naciones Unidas. Ella recibió sorprendida la banda de soberana y una placa conmemorativa.

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Ruth Pichusa Maldonado dio fe de que las distancias no rompen las verdaderas amistades. Radicada hace más de 40 años en EE.UU., ella visita regularmente el país para no alejarse de sus amigas. Cecilia Lavayen es la mejor de sus fraternas.

En su tableta, Maldonado guardaba una foto de ambas, cuando tenían 17 años y posaron afuera de una iglesia, en Quito. “Nos fuimos de gira de fin de colegio. Siempre estábamos juntas”, dijo Lavayen.

La proyección de imágenes colegiales conmovió a las exalumnas. Unas dejaron sus sillas y se acercaron a la pantalla. Trataban de reconocerse en fotos antiguas, donde volvieron a verse con uniformes. Hubo escenas de torneos deportivos, releyeron las páginas del periódico estudiantil. Las exalumnas revivieron su juventud.

Nosotras le ganamos el campeonato de ping pong a las del colegio Guayaquil. Éramos destacadas en el deporte y la literatura”.Blanca Torres, psicóloga y profesora universitaria