Unas 11.000 páginas compilan la investigación tras el incendio en la discoteca brasileña Kiss, donde hace un año murieron 242 personas, un caso sin sanciones y con temas pendientes: familias sin indemnizar y sobrevivientes con problemas de salud, todos en busca de justicia.

Este lunes por la tarde, los nombres de las víctimas serán leídos uno a uno, en la plaza central de la ciudad de Santa María, estado de Río Grande do Sul, donde se ubicaba la discoteca.

"Este lunes tendremos un culto ecuménico. Y lo que creo que nos va a afectar mucho es la lectura de los 242 nombres de los fallecidos. Va a ser muy fuerte eso", dice Adherbal Ferreira, padre de Jennefer.

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Su hija tenía 22 años y estaba a punto de terminar Psicología. Fue su propio padre quien la llevó en su auto hacia la fiesta. Horas después, ella perdía la vida dentro de la discoteca.

Ferreira es, además, presidente de la Asociación de Víctimas y Sobrevivientes de la Tragedia de Santa María. Su organización realizó este fin de semana un congreso denominado Nuevos Caminos.

Esta reunión trató a fondo el tema de la seguridad en los centros de diversión y locales comerciales, para evitar que se repitan situaciones como aquella que les arrancó a sus seres queridos.

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El encuentro estuvo marcado también por homenajes y testimonios de familiares de las víctimas. Esta tragedia es considerada la mayor en número de muertes en los últimos 50 años en el país.

A eso de las 3 de la madrugada del 27 de enero de 2013, el vocalista de la banda de música regional "Gurizada Fandangueira" alzó una bengala que encendió segundos antes el productor del grupo, para amenizar su espectáculo. Había más de 1.000 personas en el local, en un espacio para casi 700.

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El fuego de su artefacto pegó en el techo sintético del local, comenzaron a caer trozos al suelo y se expandió. Sin extintores que funcionaran, con sólo dos puertas frontales de salida y con una multitud agolpándose para escapar, el incidente se convirtió en tragedia rápidamente.

En medio de una negra nube tóxica, muchos murieron asfixiados. Algunos jóvenes que escaparon volvieron para ayudar. Vinicius Rosados, de 26 años, estudiante de Educación Física y de 1.94 m de estatura, llegó a sacar a 14, en algunos casos, de dos en dos. Pero sus pulmones no resistieron y murió intoxicado.

"Este local, antes de funcionar como discoteca, era un depósito de bebidas. Fue reformado y tenía sólo entradas por delante, junto a otros predios comerciales. No había forma de que tuviera entrada por los lados o por detrás", explica a la AFP Marcelo Dornelles, subprocurador general de Justicia del estado para Asuntos Institucionales.

En un inicio, fueron presos el vocalista, el productor de la banda, quien encendió la bengala, y dos socios propietarios de Kiss, bajo el cargo de homicidio culposo.

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Pero, en mayo pasado, consiguieron autorización de la justicia para quedar libres. "No hay presos, todos están sueltos. Vivimos una impunidad aquí", asegura Ferreira.

Cuatro bomberos también fueron sindicados como responsables administrativos. Ellos estaban a cargo de entregar la autorización de funcionamiento de Kiss.

"Utilizaban un programa para hacer los cálculos que permitieran dar las autorizaciones. Este software simplificaba los datos y no cumplía con la ley. No verificaban muchas cosas en el local. Pero en aquellas condiciones, no podía funcionar", explicó Dornelles.

Ya se han oído a más de 200 personas y se han llenado más de 11.000 páginas. La defensa ha pedido tomar testimonio a los más de 600 sobrevivientes, lo que podría hacer el proceso interminable.

Algunos abogados de familiares también han solicitado indemnización, pero tampoco han conseguido nada. Ferreira explica que esa no es su preocupación ahora, sino que se haga justicia.Tras el siniestro, unas 116 personas resultaron heridas. Algunas perdieron parte de su cuerpo. Otras aún tienen dificultades para respirar. Otro tanto, aún carga la angustia de lo que le tocó vivir.

Sueli Guerra, responsable del centro de atención creado especialmente para las víctimas en el hospital universitario de Santa María, cuenta que en el inicio se registraron 1.588 víctimas directas o indirectas.

"La mayoría viene por problemas del área respiratoria y reciben atención neumológica y de rehabilitación con fisioterapia y fonoaudiología", explica a la AFP.

"Hay muchos pacientes en psiquiatría debido al trauma por estrés. Hay un grupo más pequeño de pacientes quemados que requieren de una atención más compleja", cuenta.

Algunos familiares también se sienten sobrevivientes eternos. Elaine Goncalves, quien había quedado viuda meses antes del incendio, cuenta al diario O Estado de Sao Paulo que perdió a sus dos hijos en Kiss. A veces, dice, coloca la radio a todo volumen, con la música que le gustaba a uno de sus hijos para, de algún modo, no sentir su ausencia.