Motivar la acción cultural del colegio Alemán Humboldt para que la comunidad se integre es uno de los objetivos que Ramón Sonnenholzner Murrieta planea ejecutar luego de asumir hace un mes la presidencia del consejo ejecutivo del colegio. “Vamos a diseñar varias actividades en las cuales el colegio invite al entorno del norte de Guayaquil y que este sea una sede cultural de esa región”,manifiesta.

Shonnenholzner, de padres guayaquileños con ascendencia alemana por parte de su abuelo, es desde hace siete años precursor de la cultura en nuestro medio a través de la Fundación Garza Roja, donde es director y trabaja activamente junto a su equipo para promover artistas a nivel local e internacional.

“Hemos construido varias cosas en el parque Garza Roja, entre ellas el museo del grabado, donde está la imprenta de Gutemberg, que fue hecha por los alumnos del colegio Alemán hace siete años”, cuenta.

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Además, está a cargo de dos programas radiales en Tropicana 96.5 FM: ‘La mañana en Tropicana’ es un espacio en el que a diario, de 06:30 a 09:30, se convierte en un actor del análisis de la vida política, social y económica del país; y los sábados, a través de Garza Roja cultural, de 06:30 a 13:00, entrevista a personajes relacionados con el arte y la cultura. “Es una especie de hobby, también he hecho muchos escritos para algunos diarios, pero me encanta hacer espacios culturales en radio”, manifiesta este apasionado que lleva 16 años de radiodifusión.

“Yo no soy artista, amo el arte que es diferente, no me desarrollé, escribo poesía, microrrelatos, microcuentos y voy a publicar un libro en febrero que se llama En mi hambre mando yo”, una recopilación filosófica donde intenta motivar a la gente a ser más responsable de sí mismo y menos dependiente.

El artista Hernán Zúñiga, quien trabaja estrechamente con él en la Fundación Garza Roja, evoca la frase de Serrat al hablar sobre Sonnenholzner: “En este mundo se necesitan locos buenos y ese es uno. Ramón es un gestor cultural que por voluntad propia resolvió decaer su actividad empresarial para dedicarse a la gestión cultural y eso en estos tiempos podría parecer una locura, pero es una locura necesaria para este planeta que va al caos”.

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La vida de Ramón Sonnenholzner ha estado siempre ligada al arte, su gusto innato apareció desde la infancia. “El prorrector de la Universidad Santa María, Anastasio Gallegos, quien era también párroco de Miraflores, donde yo vivía cuando era niño, cuenta que se sorprendió la primera vez que entró a mi casa porque me encontró escuchando música clásica a los ocho años”, narra mientras la melodía de fondo que suena en su oficina también lo es.

Las diferentes etapas de su niñez son gratos recuerdos que evocan los sectores donde vivió. Uno de ellos fue Urdesa, donde asegura se divertía jugando bajo la lluvia con sus amigos hasta cuando se mudó a Miraflores, ahí comenta que tuvo grandes vivencias comunitarias.

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“Todo el grupo de chicos construyó dos canchas deportivas en la época en que no había políticos para hacerlo en solares vacíos”, dice.

A los 12 años se mudó con su familia a Los Ceibos, sector donde vivió hasta hace año y medio. Estudió la primaria y la secundaria en el colegio Alemán Humboldt.

“En el recreo, que duraba una hora, caminábamos 300 metros y ya estábamos en mi casa, y mi mamá preparaba todos los días comida para el amigo que yo llevaba a comer”, recuerda. En esa época fue presidente del parlamento estudiantil durante tres años seguidos.

Dice que siempre ha estado involucrado con el colegio Alemán, incluso luego de casarse construyó su casa justo al frente, y sus cuatro hijos solo cruzaban la calle para entrar al colegio. Ahora todos sus hijos son profesionales a cargo de los diferentes negocios de tipo financiero, agropecuario e industrial que a lo largo de su vida ha ido forjando, pues afirma que siempre le gustaron las ventas.

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Así recuerda que a los 8 años vendía en la calle mangos y a los 11 recorría el sur de la ciudad vendiendo focos Osram para juntar el capital con el que después inició una pequeña fábrica de plásticos en el patio de su casa. “A mucha gente le molestaba, pero mi madre siempre me motivó a que me realizara como emprendedor”.

dicen de Él
“Su labor cultural es admirable, lo hace sin interés particular alguno, convencido de que es algo importante para la ciudad y el país, y eso es escaso”.
OTTO SONNENHOLZNER, hijo