Tenía 20 años. Cursaba el cuarto semestre de Química y Farmacia en la Universidad Estatal de Guayaquil. Y cada fin de semana hacía lo que le apasionaba: tocar el acordeón y cantar en un mariachi de su natal Quevedo. Pero hoy Amanda Estefanía Molina Almeida no está más. Falleció el pasado 15 de diciembre, tras padecer –por 51 días– con una herida mortal en el estómago, luego de recibir un disparo durante un secuestro exprés (retención momentánea de la persona para robarle).

Sucedió en el norte de Guayaquil, cerca de las 21:00 del 24 de octubre del 2013. Ese día, según la denuncia, la universitaria tomó un auto color plateado para dirigirse a Sauces IX donde residía. Pero no llegó a su destino. Cuando había recorrido pocas cuadras desde el punto de partida (supuestamente el centro de estudios), dos individuos jóvenes intempestivamente abordaron el carro. La despojaron de sus pertenencias. Por al menos 30 minutos forcejearon con ella. Intentaron manosearla. Entonces la hirieron de muerte.

Basado en informes médicos, su padre, Jorge Molina, comenta que el proyectil laceró páncreas, hígado y duodeno; y critica que pese a que su hija padeció casi dos meses en una cama de hospital, no se le haya tomado la versión del hecho. Lo que cree habría servido a la Policía para darle forma al identikit de los ladrones (incluido el chofer). “He hecho varias diligencias, pero nadie ha aparecido de la familia”, asegura Marco Ordeñana, fiscal que investiga el caso, y además dice que no acudió a tomar la versión porque: “Ella no estaba en condiciones”.

Publicidad

Su caso, según estadísticas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), es uno de los 179 hechos con características de secuestros exprés ocurridos en Guayaquil en el 2013, año que terminó con una muerte violenta en un hecho de este tipo: la del turista japonés Hitomi Tetsou. Fue asesinado en el suroeste de la ciudad, mientras su esposa, Shatumy Maryko, con quien disfrutaba de su luna de miel, resultó herida también en el estómago. Ya recuperada volvió a su país de origen, Japón.

Esa cifra de la Espol difiere de las entregadas por la Policía, el Ministerio del Interior y la Fiscalía. La última entidad informó que en el 2013 se registraron 32 secuestros exprés en el Ecuador. “El caso de la pareja japonesa se registra (en las estadísticas) como un asesinato por robo y no como secuestro...”, indica una fuente de la Fiscalía.

Cifras del Ministerio del Interior refieren que en el 2013 hubo 494 casos de ese delito en el país, y solo sucedieron en tres provincias: Carchi, Guayas y Manabí, donde en octubre del año pasado se desarticuló una banda que mantuvo retenido a un joven mientras exigían $ 500 y una moto a la familia. No obstante, en Quito, estadísticas de la Dirección de la Policía Judicial revelan que de enero a marzo del 2013 se habían registrado 65 denuncias de hechos con características de secuestros exprés.

Publicidad

Lino Proaño, jefe de Policía del Distrito Metropolitano de Quito, ratifica las cifras de secuestros exprés que dio la entidad, que son diferentes a las de la Fiscalía. “Hasta el mes de abril tuvimos un promedio de 25 hechos mensuales, pero tras el operativo desde mayo pasado (cuando se desarticuló una banda) creo que hemos tenido dos o tres hechos de este tipo, que han sido controlados”, dice.

Aunque no siempre terminan con ataques mortales o violaciones a las mujeres, en muchos casos de secuestros exprés las víctimas reciben ataques similares al que sufrió Amanda Molina. “Ese caso se trataba de una tentativa de asesinato”, dice un oficial de Policía al referirse a la agresión que sufrió la joven.

Publicidad

Un delito similar se indaga en el proceso que sigue un taxista que el pasado 28 de diciembre fue víctima de un secuestro exprés en Milagro, hecho que se grabó por cámaras del auto y que ha permitido la detención de un sospechoso. Durante el hecho lo hirieron en el cuello con un estilete y en la cabeza.

Un informe de la ONG holandesa IKV denominado ‘El secuestro: un negocio explosivo’, que analiza el crecimiento de secuestros prolongados y rápidos o exprés en Colombia, Ecuador y Venezuela en la última década, indica que: “De los tres países, Ecuador presenta la mayor dificultad al intentar hacerse a una idea del volumen y desarrollo de la problemática (...). El material estadístico en Ecuador es limitado, incompleto y contradictorio (...). La comparación de las distintas fuentes resulta imposible en Ecuador, a diferencia de Venezuela y Colombia...”.

Además, en el análisis de la ONG holandesa consta un capítulo al que denominan ‘La regionalización de una práctica colombiana’, nación donde se conoce al secuestro exprés como el ‘paseo millonario’, delito que desde el 2003 ha crecido en diferentes países sudamericanos, e indican que: “Los criminales ecuatorianos han copiado las prácticas de los criminales colombianos o incluyen a criminales colombianos en sus bandas (...)”. En Guayaquil se han desarticulado varios grupos en los últimos días.

No obstante, a inicios de mes el ministro del Interior, José Serrano, indicó que en el 2013 hubo una reducción de delitos como el secuestro exprés. Y calificó como una“situación atípica” a los hechos delictivos con estas características. “...Pero que nos deja nuevamente en cero en lo que se refiere a seguridad. La misma nos obliga a actuar con total fuerza para ubicar y detener a los responsables de este hecho (asesinato del turista japonés), capturarlos, sentenciarlos y ponerlos tras las rejas”, reconoció, además, Serrano.

Publicidad

Acciones similares exigen los padres de Amanda. El pasado martes, exactamente al mes del deceso de la menor de sus dos hijas, estuvieron en Guayaquil. Consternados, pero a la vez indignados e impotentes lamentan que el proceso investigativo por el robo y ataque a la universitaria no haya avanzado.

“Es tanta la lentitud que recién hoy (el martes pasado), a los dos meses, criminalística iba a la clínica a retirar la bala que extrajeron de su cuerpo”, critica el padre. Él y su esposa creen que quizás descuidaron el proceso judicial, pero la madre insiste en que la “Fiscalía debió actuar de oficio”. “Mi hija fue herida de muerte. Lo que queríamos era que se salve. Estaba sufriendo mucho. No me puedo reponer. No puedo dormir. Tanto que la cuidé para que vengan tres criminales, desalmados, y la maten. Los quisiera en la cárcel, para ver si así algún día hallaré paz en mi vida, que está destrozada”.