El vasto complejo petroquímico en Grangemouth es una constelación de luces y brillantes columnas de vapor, al oeste de Edimburgo, que se ha convertido en el símbolo reluciente de Escocia en una encrucijada económica y política.

A mediados de octubre, algunas de esas luces se apagaron cuando James A. Ratcliffe, el presidente de Ineos, una gigantesca multinacional suiza, propietaria de gran parte de la operación Grangemouth, ordenó que se cerrara. Ratcliffe, durante las negociaciones laborales, trataba de impresionar a la fuerza de trabajo para que “aceptara cambios para hacer que el sitio entre en el mundo moderno”, dijo en una entrevista reciente.

Después de que el sindicato rápidamente se echó para atrás y aceptó algunos de los cambios en la paga y las pensiones que buscaba Ratcliffe, se reabrió la planta. Sin embargo, el incidente dejó clara la vulnerabilidad de Grangemouth como capital de la industria petroquímica escocesa. Si bien esa industria rivaliza con el whiskey como el mayor contribuyente a la economía de exportación del país, está bajo presión de las fuerzas mundiales que ahora hacen que otras partes del mundo sean mejores apuestas para refinar el petróleo y hacer combustibles, así como para el procesamiento de sus productos secundarios en plásticos y químicos.

Publicidad

Escocia, hacia la independencia

Y, debido a que sucedió cuando Escocia se prepara para votar en un referendo en septiembre si se separa del Reino Unido y abre su propio camino en la economía mundial, la confrontación con Ineos fue un recordatorio duro del incierto camino financiero que podría seguir una Escocia independiente. El cierre de semejante eje industrial podría resaltar las dudas sobre si el gobierno está a la altura para dirigir la economía por sí mismo, o si podría seguir otorgando generosos beneficios sociales, como colegiaturas universitarias gratuitas.

“Todos siguen vacilando”“, señaló Joan Paterson, una política del Partido Laborista que representa a Grangemouth en el gobierno regional del Consejo de Falkirk, y es escéptica sobre la independencia. ”Toda la carretera estaba oscura sin el resplandor y las torres de enfriamiento".

Publicidad

El cierre del mayor complejo industrial del país habría sido un golpe para Alex Salmond, el dirigente nacionalista que trata de convencer al electorado de que una Escocia independiente podría continuar proporcionando beneficios sociales que son más generosos que los disponibles para la mayoría de los británicos.

“La crisis de Ineos dejó en claro el gran impacto que tendría que se fueran”, dijo Doug Edwards, un ejecutivo en CalaChem, el fabricante de químicos en la zona. “Había el riesgo de un efecto dominó”.

Publicidad

Salmond, el primer ministro de Escocia, está trabajando en el petróleo del mar del Norte para apuntalar la economía del país. Su gobierno dice que más de 90 por ciento de las reservas petroleras de Gran Bretaña podrían pasar a Escocia después de la independencia, porque están bajo las aguas territoriales escocesas.

De cualquier forma, una de las razones por las que las plantas de Ineos tienen pérdidas es que está bajando la producción del mar del Norte. Hoy, se están construyendo refinerías nuevas y plantas petroquímicas en lugares como Arabia Saudita y China, que están mucho más cerca de las fuentes de reservas, aún abundantes, de petróleo y gas natural, o cerca de mercados en crecimiento rápido. El cierre de Grangemouth, la única refinería en Escocia, la habría dejada embarazosamente dependiente del combustible importado.

En muchos sentidos, un golpe a Salmond podría parecer una victoria para el primer ministro británico, David Cameron, quien se opone a la independencia escocesa. Sin embargo, en este caso, perder Grangemouth mientras Escocia sigue siendo parte de Gran Bretaña también socavaría uno de los principales argumentos de Cameron para los escoceses: que les iría mejor económicamente si siguen siendo parte del Reino Unido.

Como resultado, ambas partes del debate sobre la independencia tratan de generar capital político invirtiendo en Grangemouth. El gobierno escocés estuvo de acuerdo en darle a Ineos una subvención de nueve millones de libras (o 14.7 millones de dólares) para nuevas inversiones en el sitio, mientras que el gobierno británico, mucho más acaudalado, se inclina a garantizar un préstamo por 125 millones de libras.

Publicidad

Enormes refinerías

Ineos, una compañía mundial, con 43,000 millones de dólares en ingresos el año pasado, incluidos los de sus empresas conjuntas, y 15.000 empleados en el mundo, es el más grande de varios negocios químicos enormes que operan en la zona. Le compró a BP las plantas de Grangemouth en 2005, en una transacción de 9.000 millones de dólares. La refinería, ahora operada en sociedad con PetroChina y llamada Petroineos, es el único productor interno de combustible, y satisface entre 70 y 80 por ciento de las necesidades de gasolina, diesel y combustóleo para jets del país.

El Consejo de Falkirk, el gobierno regional, estimó que el cierre de las plantas podría costar 6.500 empleos en el corto plazo. Podría ser más difícil de pronosticar el daño colateral a la industria petroquímica en general, con el paso del tiempo.

“Una vez que sacas los petroquímicos y la refinación, entonces declinaría el caso para las otras plantas”, indicó David Bell, un economista en la Universidad de Stirling, cerca de Grangemouth.

Pareciera que disminuyó esa amenaza, al menos por ahora. Unas cuantas horas después de que Ratcliffe dijera que cerraría la unidad petroquímica, Gordon Grant, el gerente de la planta de Ineos en Grangemouth, recibió un correo electrónico de un representante sindical en el que se está de acuerdo con los términos del llamado plan de sobrevivencia que el sindicato había rechazado unos días antes.

Bajo el nuevo contrato, los niveles salariales en Grangemouth, que la empresa dice que promedian unas 55.000 libras anuales – más del doble del promedio escocés _, se congelarán por tres años.

Se sustituirá el generoso plan de pensiones que Ineos dice cuesta el equivalente a cerca de 65 por ciento de la paga anual de los empleados, con un sistema de aportaciones de los empleados donde algunas son equivalentes a las de la compañía, parecido al 401 (k) de Estados Unidos y a planes que han adoptado muchas otras empresas británicas. El sindicato Unite, con cuya huelga se paró el oleoducto Forties durante dos días, deteniendo alrededor de 40 por ciento de la producción del mar del Norte de Gran Bretaña, acordó no hacer huelgas en tres años.

Después de llegar al acuerdo, Pat Rafferty, el secretario escocés del Unite, emitió una declaración en la que dice: “Obviamente, la noticia de hoy está manchada de tristeza; se les ha pedido a hombres y mujeres decentes que hagan sacrificios para continuar en sus empleos, pero el claro deseo de nuestros miembros es que trabajemos con la compañía para implementar sus propuestas”.
Sin embargo, Ratcliffe dijo que los cambios eran necesarios.

“Lo que pasó”, dijo por teléfono, “nos ha permitido avanzar en Grangemouth y seguir una estrategia que le dará potencial para un futuro muy brillante”.