Aplacar el hambre con sus pasteles, brindando un trato sencillo y amable, es una virtud que ha hecho de Pedro Baque, más conocido como don Pedro, un personaje conocido en el Igad (Instituto Gráfico de Artes Digitales).

Y es que desde hace 14 años, este humilde comerciante, oriundo de Jipijapa, instala su canasta sobre una mesa en el parqueadero de este instituto ubicado en la avenida del Bombero en el km 5,5 vía a la costa, de 10:00 a 13:00.

La confianza entre los jóvenes y don Pedro es tal que ellos se sirven solos los pasteles de carne, queso o chorizo que él vende a $ 0,50.

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Todos los días sale a las 06:00 de su hogar, en Mucho Lote, hacia una panadería en el centro de la ciudad.

“Todos los días pago $ 3,50 por el taxi del centro al Igad porque la Metrovía va llena y no puedo ir con el canasto”, cuenta don Pedro, quien además es el encargado de preparar la salsa con pepino y limón; aclara que no le agrega cebolla por un singular motivo: “Es para que a los chicos no les quede ese olor fuerte en la boca”.

Don Pedro se siente parte de esta comunidad, incluso comenta que ha participado en proyectos y trabajos estudiantiles. “¡Ufff! Los chicos me conocen bastante, me han hecho entrevistas, fotos, preguntas, me han grabado”, dice entre risas.

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Los jóvenes, que a las once se aglomeran por ser esa la hora de receso, se acercan y toman con servilleta en mano los pasteles dejando las monedas a un lado del canasto sobre la mesa. Don Pedro solo observa. “Ellos ya saben”, comenta.

El manabita de 62 años cuenta que decidió dedicarse a la venta de pasteles luego de dejar el oficio de sastre, pues prefiere los ingresos que percibe con esta labor.

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Luego de las 13:00 almuerza en su casa y retorna a las 15:00 hasta las 19:00, pero esta vez al Complejo de la Federación Deportiva César Muñoz Vicuña en el km 4,5 vía a la costa. Manifiesta que el trabajo en la calle le agrada y diariamente llega a vender entre 100 y 120 pasteles en los dos sitios a los que acude y en los que asegura ya tiene clientela fija.

“Vienen policías, guardias, taxistas, y aunque no estoy tan visible los que prueban los pasteles conocen este huequito y vuelven”, dice.

“Soy de Latacunga y nunca había comido pasteles, pero desde que entré al Igad y los probé me gustaron, además don Pedro es muy amable”. JOSÉ MOLINA, alumno de primer año fotografía