Por Carolina Sánchez

Sin miedo a sufrir una descarga eléctrica Luis Cabrera lleva 27 años dedicándose a la reparación de objetos electrónicos y desde hace catorce tiene un local alquilado en Miraflores, donde para poder trabajar todos los días, debido a la cantidad de aparatos que recibe al día, tiene que retirar seis televisores del escaparate y así tener espacio para moverse.

Desde hace dos años amplió un poco la entrada de su local, ubicado en la av. Principal entre la Tercera y la Cuarta, adecuando una modesta sala de espera, siguiendo así los consejos de lo aprendido en la capacitación para microempresarios dada por los estudiantes de la Universidad Casa Grande en el 2012.

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Él trabajó aproximadamente 7 años en Sarcuni, un local en Plaza Quil, que vendía aparatos eléctricos. “Yo le daba asistencia técnica a los clientes que compraban los aparatos ahí, pero a veces ellos necesitaban reparar artículos del hogar que no habían sido comprados ahí y no teníamos autorización a repararlos, así que comencé con mis primeros cachuelos”, cuenta.

A partir de las 16:00, cuando salía de su trabajo en Sarcuni, iba a los domicilios de esos mismos clientes para reparar más artículos, hasta que la cantidad de objetos que recibía lo obligó a buscar un taller particular donde poderlos dejar.

“Mis clientes me decían ‘ya pues Luchito póngase un taller para acudir a usted directamente,’ y es así como empecé con Megatronic”.

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Con la ayuda de un amigo, quien también trabajó en Sarcuni, alquilaron un espacio pequeño en la avenida Principal de Miraflores. Durante dos años Luis trabajó en ambos lugares hasta que decidió quedarse solo con su taller.

El lugar era aún más pequeño de lo que es actualmente. Su eficiencia y amabilidad lo han ayudado a ganarse el aprecio y respeto de moradores del sector, quienes al pasar frente al local lo saludan con cariño a Luchito, como le dicen. Hasta los empleados de los diferentes locales cercanos al taller, aseguran que a pesar de no conocerlo tanto, se puede ver lo cumplido que es con su trabajo. “Es un hombre muy responsable y comprometido con su trabajo”, dice una empleada de La Española.

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Luis cuenta que desde niño se interesó por la reparación de estos aparatos. “Me apasionaba poder monear y manipular las piezas pequeñas y los circuitos de cada objeto, conocer el interior de estos era un universo distinto”.

Desde los 15 años comenzó a ganarse unos centavos reparando televisores y microondas de los vecinos. “Me quedaba trabajando hasta el amanecer porque no me daba cuenta de la hora, solo escuchaba a mi mamá que me decía que ya me fuera a dormir”, recuerda.

Siendo adolescente sufrió una fuerte descarga eléctrica de un televisor de 22.000 voltios. “Me quedé tirado en el piso sin poderme mover por varios segundos, pero no me asusté, sabía que eran gajes del oficio y a partir de ese hecho me volví incluso más precavido”.

Su vida siempre giró en torno a la electrónica. Al principio lo hacía de forma empírica. Al graduarse del colegio estudió electrónica en el Instituto Simón Bolívar, donde se graduó como Tecnólogo en Electrónica. Así empezó con su trabajo profesional, hace 22 años, en el área de reparación de diferentes empresas.

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Luis recibe alrededor de ocho televisores al día, tiene clientes desde hace más de 15 años que a pesar de vivir en otros sectores no han dejado de acudir a él.

“Es un hombre que inspira confianza, muy responsable, siempre que lo llamaba jamás me fallaba y da gusto acudir a alguien que demuestra las ganas que tiene de trabajar”, dice Romeo Vera, un cliente frecuente del taller.

A pesar de que le apasiona la electrónica uno de sus sueños cuando era adolescente, era convertirse en jugador de fútbol profesional. “Me encanta este deporte, pero vengo de una familia bastante humilde y de una época en la que no teníamos opción a hacer nada que no fuera trabajar y aportar con dinero a la casa”.

Luego del mediodía, los sábados, cuando termina su jornada de trabajo, participa en torneos de fútbol. “Pelotear es mi hobby”, señala.

Dicen de él

“Como tío y jefe es muy paciente, me deja aprender solo y si ve que algo estoy haciendo mal me lo dice con calma, es muy ameno trabajar con él”. JOAO GAYBOR, empleado y sobrino de Luis.