Roberto Illingworth Cabanilla: ‘Me tomo el tiempo para leer y lo hago para desestresarme’

SUPERMAN, BATMAN, TARZÁN, El Llanero Solitario, Archi, La pequeña Lulú, Lorenzo y Pepita, Mickey, Tío Rico, Pato Donald y otros cómics forman parte de la gran colección de historietas que posee Roberto Illingworth Cabanilla en su oficina y en su domicilio, en una urbanización en el kilómetro 6.

Desde muy pequeño tuvo esa afición de leer y coleccionar revistas cómicas que su padre, Gustavo Illingworth Baquerizo (+), compraba y llevaba a la casa para que él y sus hermanos leyeran. “También llevaba revistas para mis hermanas, como Susy, Secretos del corazón, esas eran las que leían las niñas en ese entonces y de las que dejaron mis hermanas, por ahí también las tengo”.

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Cuenta además que su padre llevaba revistas con contenido biográfico e histórico, como Vidas ilustres, Vidas ejemplares, Estrellas del deporte, Joyas de la mitología. “Eso nos enseñaba la vida de personajes ilustres, célebres y era una forma de aprender divirtiéndose”.

Posee una colección de aproximadamente 21.000 revistas, que las conserva con mucho cuidado para preservarlas. “Todas están metidas en fundas plásticas especiales para poderlas conservar, cada una tiene su cartón, su portada para que se mantenga recta y están protegidas de la polilla y demás bichos, y seguí un consejo que me dio un gran amigo y gran coleccionista también como es el arquitecto Melvin Hoyos, de colocarle un líquido para ahuyentar a las polillas”, expresa.

Roberto, abogado de la firma Zavala-Baquerizo, se da tiempo para leer y releer las historietas, y, pese a que son muchas, prefiere distraerse con las que considera sus favoritas. “Me toma tiempo leerlas, yo las leo para distraerme, para desestresarme y olvidarme de las complicaciones de la vida. Superman, Tarzán, Lorenzo y Pepita, Archi, Las aventuras de Walt Disney puedo decir que son las que más leo”, indica.

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Este fanático por las historietas manifiesta que actualmente el cómic ha evolucionado, “eso es bueno, que la gente lea un cómic más moderno, pero personalmente no me gusta la forma de los cómics de ahora porque son enredados en su lectura, a mí me gusta un orden, ir leyendo cuadro por cuadro”.

Roberto Illingworth dice que algún día su gran colección pasará a manos de sus hijas, quienes también tienen ese gusto por las historietas y los cómics.

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Alfredo Jurado: ‘Los aviones son mi vicio y con esto me entretengo’

Como todo niño interesado e ilusionado por algún juguete, Alfredo Jurado pedía a sus padres que le compraran los aviones que a él le gustaban.

Desde los 8 años empezó esa aventura infantil de ir armando y coleccionando aviones a escala, llegando a más de mil, entre armados, a medio armar y otros no armados, y que hoy a sus 58 años de edad, según confiesa, no pensó mantenerla casi intacta, como si el tiempo no hubiera pasado.

En una oficina en su domicilio, en una urbanización de Samborondón, Alfredo tiene una repisa con varios aviones que ha logrado armar y pintar, y que los exhibe orgulloso en ese rincón de su hogar. A un costado de la habitación existe una gran repisa con cientos de cajas de aviones de diferentes modelos que aún no logra armar.

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“Terminar un avión de estos me toma de dos a tres meses armarlo, pintarlo y ponerlo en mi repisa”, explica.

En cada caja está un modelo diferente con sus respectivas piezas para el ensamblaje, calcomanías para los detalles y el instructivo para armarlo. Alfredo compra por internet a países como Estados Unidos e Inglaterra a un costo de $ 20. “Hay modelos por los que he pagado hasta $ 200”, confiesa.

Alfredo cuenta que cuando era niño, los aviones los traía Importadora El Rosado, lo que hoy es Mi Juguetería, también almacenes De Prati y Casa Tosi.

En otra de las esquinas de su oficina existe un escritorio equipado con lámparas, lupa, aerógrafos, tarritos de pintura, pegamento y una secadora y extractora de vapores que él mismo construyó; todo esto lo utiliza al momento de armar sus aviones a escala de tamaño 1/72 y darles los toques finales con la pintura. “Esta es mi distracción, yo no fumo ni tomo, este es mi vicio, con esto me entretengo”, dice.

Este gusto por coleccionar aviones a escala se llama modelismo estático y Alfredo ha ido aprendiendo durante estos 50 años que lleva coleccionando aviones la historia de cada modelo y de cómo es el manejo de un avión.

En 1985 formó el Escuadrón 505 junto con Andrés Chiriboga, Jimmy Gálvez, Alfredo Jurado, José Luis Castells, Jorge Wolf y Johnny Santos, un grupo que congregaba a los aficionados por el modelismo estático. Crearon el International Plastic Modellers Society, capítulo Ecuador (Sociedad Internacional de Modelismo Plástico) y poco después el IPMS Guayaquil hasta la actualidad.

Rafael Garcés Camacho: ‘Mi hijo también heredó el gusto por lo de Star Wars’

El universo de Star Wars está en Samborondón. Rafael Garcés Camacho colecciona desde los 9 años los personajes, naves, palacios y monstruos de la saga sobre esta lejana galaxia.

Su afición comenzó en 1977, cuando salió la primera película, Episode IV - A New Hope (Una nueva esperanza). Ahí ya tenía algunas figuras y con el tiempo consiguió más, pues antes era su padre quien se las compraba y luego, de adulto, lo fue haciendo él.

Todas estas piezas las guarda en el cuarto de estudio de su casa, en Ciudad Celeste. En una vitrina se lucen cerca de 200 personajes de las seis sagas de Star Wars, los cuales miden de 3 a 12 pulgadas.

En tanto, en un escritorio alto están las naves y palacios, algunos con luces y sonidos; aquí también conserva las cajas, para un mayor cuidado. El valor de estas piezas, dice él, están más que en el dinero en su significado. Hay muñecos antiguos, de 1977.

Este gusto por la saga y por la colección lo heredó su hijo Rafael, de 9 años, quien logró armar el Palacio de Jabba, de 9.516 piezas de lego, uno de sus artículos favoritos. El de Rafael papá es Darth Vader.

“Cuando tenía 4 años le comenzó a gustar, pero yo lo tenía en la vitrina con llave –no me dejaba tocar, dice su hijo–. Ya ahora de grande lo dejé y ya se sabe todos los nombres y naves”.

Cuenta que algunos los compra aquí, pero más los consigue por Internet. En el 2012 tuvieron la oportunidad de asistir a la VI Convención de Fans de Star Wars, en Orlando, Estados Unidos.

En este evento, los aficionados asisten disfrazados, tienen la oportunidad de adquirir más piezas de Star Wars y hasta de conocer a los actores de las películas.

“No logramos conseguir los autógrafos porque la fila estaba bien larga”, dice riendo.

Tanto Rafael como su hijo han visto todas las películas de George Lucas, y no descartan ver la nueva producción de una trilogía cinematográfica de Lucasfilm, esta vez adquirida por The Walt Disney Company, en el 2015.

Aparte de esta colección galáctica, Rafael guarda los álbumes de los mundiales de fútbol, desde 1978, en Argentina, hasta el 2010, en Sudáfrica. Cada uno con las cartillas de todos los jugadores de las selecciones que participaron. También tiene una colección de 300 discos originales de música en inglés de varios artistas.

Martín Cucalón de Ycaza: ‘Yo sigo buscando cascos a cualquier país que vaya’

Martín Cucalón de Ycaza parece un libro de historias bomberiles cuando enseña su colección de 150 cascos de bomberos, 11 hachas y algunos extintores antiguos que conserva en el estudio de su casa, en el km 3.

Todos lo conocen como el primer jefe del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, pero desde hace 25 años comenzó esta faceta de preservar la historia. “Si a la historia no la preservas de alguna forma se va perdiendo. Es posible que si yo no encontraba este casco – señala uno que encontró en Santa Elena– iba a parar a la basura”.

Familia, amigos y conocidos que lo rodean bromean en que tiene un museo de bomberos, y así parece.

Sobre repisas y colgados de las paredes se exhiben varios tamaños, colores y formas de cascos, y en su memoria guarda la historia de cada uno de estos. “Por supuesto, hay que leer bastante, siempre ando buscando de dónde es cada cosa”.

El más antiguo que tiene, y el favorito de él, es de 1800. Martín Cucalón cuenta que “pertenecía a la infantería de Francia, de la época de Napoleón. Él crea los bomberos de allá y les pasa el uniforme de la infantería a los bomberos, a ellos se los conocía como Bomberos Zapadores”.

El casco lo consiguió en una tienda de equipos militares, en París, cuando fue al Mundial de Fútbol, en 1998. Es dorado, con un gallo en la parte frontal y dos hachas con pico, conserva la crin original del caballo y las plumas de avestruz a un costado.

Con el tiempo ha logrado coleccionar por completo los cascos de Francia, Chile, Argentina y, por supuesto, Ecuador. “Los de Ecuador fui buscando y buscando, en los cuarteles, cachineros, tiendas de antigüedades y en pueblos”, comenta.

Entre estos 150 también está el casco de ayudante que usó su padre, Genaro Cucalón Jiménez. El último que compró es uno de Alemania, de 1880, lo consiguió en España. Junto a esta gran colección también están las hachas bomberiles y extintores de cobre.

El primer jefe del Cuerpo de Bomberos asegura que una parte de su “recolección” la ha enviado al verdadero Museo de Bomberos de Guayaquil. “Si en algún momento me pasa algo, ya está dada la instrucción de que esto vaya a parar al Museo”.

Martín no descarta continuar coleccionando más cascos, como los de Medio Oriente. “Yo sigo buscando cascos”.