Los nuevos derechos de los norteamericanos en materia de salud entraron en vigor ayer en virtud de la reforma del seguro de enfermedad, conocida como “Obamacare”, piedra angular de la administración de Barack Obama cuyo éxito aún no está garantizado.

La ley, aprobada en el 2010, prohíbe desde el miércoles a las aseguradoras modificar las primas en función de los antecedentes médicos o del sexo, negarse a dar cobertura a un paciente demasiado costoso o poner un techo al monto de los reembolsos anuales, todas ellas prácticas legales hasta el martes y que conducían a la ruina a algunos pacientes graves.

A cambio, la ley obliga a cualquier residente en Estados Unidos, ya sea norteamericano o extranjero, a contratar un seguro de salud. Quien no lo haga podrá ser multado con 95 dólares en el 2014 y hasta por 695 dólares a partir del 2016.

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El razonamiento económico es simple: si todo el mundo se asegura, las primas pagadas por las personas sanas compensarán los sobrecostos vinculados a los asegurados que incurren en más gastos.

Otra novedad: la reforma define los tratamientos que las aseguradoras deberán cubrir ineludiblemente.