Todos los días. De seis de la mañana al mediodía, bajo el sol, siembra arroz. Por las tardes, en su casa, disciplinadamente ensaya canto con pistas de música nacional.

Eso ocurre en el recinto El Relicario, de Colimes, donde hace 30 años nació Fernando Antonio Vargas Zamora. Su nombre artístico es Julio Antonio Vargas –Julio, en homenaje a Julio Jaramillo–.
Hace semanas, cuando entrevisté a Jenny Estrada, directora de la Escuela del Pasillo, me contó que jóvenes de pueblos cercanos llegaban a estudiar música, uno de ellos es Vargas. El sábado fui tras la historia de ese agricultor e intérprete.

Ese día abandonó sus dos cuadras donde siembra arroz. Nos encontramos en el parque de Colimes. Llega enternado –como si fuese a cantar en un escenario– y acompañado por el requintista Pedro Mosquera, el guitarrista Miguel Rubio y la cantante Melba Castro, todos de Colimes.

Publicidad

Desde que era un niño, la música  comenzó a ser parte de su vida. En la radio escuchaba a los mejores intérpretes y en especial a Julio Jaramillo cantando: Chica linda, Fatalidad, Nuestro juramento y otras composiciones. “Temas que con la inspiración con que él los cantaba, me llegaban al alma, desde ahí la música ha sido parte de mi vida”, dice. Su afición al canto la heredó de su padre, Carlos Vargas, quien fue vocalista de varios conjuntos.

Cuando terminó la primaria, comenzó a labrar el campo. Me lo imagino cantando entre los arrozales. “Me dedico al sembrío de arroz, soy agricultor, mi vida es el campo y no lo cambio. Por eso me decía la directora Jenny Estrada que yo no perdía mi identidad. Siempre digo ser de Colimes y lo ratifico”.

Jamás olvidará que su vida cambió el 25 de julio del 2009, cuando vino a Guayaquil a encontrarse con su tío, Antonio Zamora, al que pidió asistir al programa Mañanitas Guayaquileñas, de radio Cristal. La artista invitada era Fresia Saavedra y sus alumnos de la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi. Se presentó ante ella y le dijo que era aficionado al canto.

Publicidad

Ella lo invitó a la escuela, donde le hicieron una audición. Cantó el pasillo Horas de pasión. Lo aceptaron y  por dos años fue cuatro días a la semana. 

Durante ese tiempo de aprendizaje recibió consejos y enseñanzas de sus maestros. Recuerda que Carlos Rubira  les exigía cantar con una excelente dicción; Fresia Saavedra les explicaba que no era cuestión de cantar por cantar.

Publicidad

Dice que como siempre ha sido reservado, casi nadie en Colimes sabía que estudiaba en la Escuela del Pasillo. En el 2011, cuando recién había egresado, se presentó  con éxito en un festival en Colimes. Ha grabado dos temas: Romance de mi destino y Cinco centavitos.

Las cuerdas de guitarra y requinto suenan a orillas del río Colimes y se escucha la sentida voz de Julio Antonio Vargas, el cantor de los arrozales