Isabel Guerrero lleva cuatro meses lavando carros afuera de su casa, en la avenida Manuel Gómez Lince, que separa a Mucho Lote del bloque 8 de Bastión Popular. Allí vive con sus hijos de 9, 13, 16 y 18 años.

“Si busco un trabajo, tengo que salir y dejar la casa sola, por eso me he visto en la necesidad de comprarme unas máquinas y ponerme a trabajar aquí”, justifica, pues ella dice estar consciente de que el uso de la vía pública no es permitido por el Municipio de Guayaquil.

Sin embargo, en la av. Manuel Gómez Lince, que conecta la Francisco de Orellana con la vía a Daule y cuya extensión es de 2,6 kilómetros, este tipo de negocios va en aumento. Hidrolavadoras, aspiradoras, baldes y otros implementos se divisan fácilmente en las veredas o en improvisados locales.

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Ayer, por ejemplo, atendieron cinco locales y cinco puestos se improvisaron en la vereda. Pero los fines de semana la actividad informal se duplica por la demanda de vehículos.

Guerrero es parte de los índices de subempleados en el sector urbano del país. En septiembre del 2013, la cifra tuvo un alza al ubicarse en 42,69% frente al 41,88% del mismo mes en el 2012, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

La mujer señala que el negocio le permite asegurar la comida y pasajes diarios para que sus hijos vayan a estudiar.

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“Si es bueno, se lavan hasta diez carros; cuando está malo, hasta cinco”, dice. Y los ingresos varían, ya que por un automóvil cobra $ 3 y si es camioneta, $ 4. Por cada vehículo, Guerrero destina $ 1 para su ayudante y saca la inversión para materiales como champú y abrillantador de llantas, tablero y tapizados, que bordean los $ 13 semanales o cada quince días, según el número de clientes que vayan a su negocio.

Carlos Piguave, otro lavador de carros, dice que a diario percibe entre $ 6 y $ 15. En la mañana trabaja con dos jóvenes más y en la tarde su esposa y una vecina refuerzan el equipo, “porque a veces hay días buenos”.

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Piguave tiene como lavacarros tres meses y asegura que la labor que desempeña actualmente es más segura que cuando trabajaba como oficial de construcción. “A veces también las obras escasean un poco y uno tiene que buscársela como pueda por su familia”, agrega, aunque reconoce que competir con las lavadoras que tienen locales es complejo.

Es que en esos sitios dan mayores comodidades a los clientes. Hay muebles, se venden botellas de agua, colas, batidos, tostadas, entre otros. Pero pese a ese servicio, que los propietarios y administradores llaman ‘complementario’, la calle sigue siendo el escenario donde se lavan los vehículos y la acera, el lugar donde se colocan las diferentes máquinas.

Lo mismo ocurre en la avenida que divide a Mucho Lote del bloque 4 de Bastión Popular, donde hay hasta letreros en la mitad de la vía.

Ordenanza

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La ordenanza de uso del espacio de la vía pública (vigente desde 1992) en su artículo 96 prohíbe hacer trabajos en la calle. Se considera infractores a quienes ejercen el oficio, a los dueños de casas o locales que suministran agua y energía.