John Lajara busca entre los escombros el cadáver de su hermano Winston, desaparecido desde que el tifón Haiyan arrasó con su vivienda hace dos semanas en la aldea Taclobán.

Lajara recuerda el momento en que su hermano desapareció. Estaban junto a sus amigos y familiares cuando llegó una marejada. Vieron la ola y cuando trataban de buscar una vía de escape, el agua llegó y los arrastró. Lajara, Winston y otros nadaron, pero la corriente los separó.

Con sus vidas destrozadas, aquellos que siguen buscando a sus seres queridos que desaparecieron desde la tormenta de la semana pasada encaran una difícil interrogante: ¿cómo seguir cuando no hay un cadáver que enterrar?

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La búsqueda de los desaparecidos, 1.179 según el recuento oficial, es una situación infernal para muchos. En la población costera de Lajara, los residentes calculan que unas 50 personas, de las 400 residentes, perecieron. Casi la mitad de esos muertos siguen desaparecidos: madres, padres, niños y amigos.

Muchos de los cadáveres siguen atrapados entre los escombros o han sido depositados a lo largo de las carreteras en bolsas de plástico que despiden un líquido fétido. Al parecer, algunas víctimas fueron arrastradas por el oleaje.

El ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, William Hague, dijo ayer que varios británicos desaparecieron con el tifón. Mientras que la insurgencia comunista informó, mediante un comunicado, que interrumpirá sus ataques hasta el 25 de este mes y se dedicará a las tareas de socorro debido a los estragos del tifón.

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Según las últimas estadísticas de la principal agencia filipina de desastres, 3.633 personas murieron y 12.487 resultaron heridas.

 

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