Su destino musical lo tenía marcado desde aquel 23 de septiembre de 1930, cuando Gerardo Guevara nació y al mismo tiempo que vio la luz por primera vez escuchó la sinfonía de instrumentos que en ese instante sonaban en el Conservatorio Nacional de Música de Quito, lugar donde su madre lo trajo al mundo. Su padre don Ángel Guevara, era el conserje de aquel lugar.

“Todo empezó allí”, resume Guevara, uno de los compositores ecuatorianos que ha creado el vínculo perfecto entre el sentir del pueblo a través de la música nacional, y la elegancia de los acordes. La vasta experiencia que mantiene este compositor, pianista y director de orquesta, lo ha llevado a varios países donde ha dejado en alto el nombre del Ecuador.

Desde hace año y medio, por cuestiones de salud, decidió dejar Quito, y llegó a Urdesa con su esposa, María de Lourdes Jaramillo, pianista y soprano. Pese a su estado delicado debido a una parálisis parcial que lo aqueja desde hace 20 años, la mente lúcida y prodigiosa del maestro le permite aún crear. Actualmente trabaja en una obra que presentará en Guayaquil, y por la cual está a la espera de auspicios.

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A los doce años y después de culminar la primaria, Sixto María Durán, director del conservatorio, en aquella época, lo becó para que continuase sus estudios ahí. Aprendió a tocar oboe y piano, e ingresó a la orquesta; así continuó hasta los 20 años. “Después viajé a Guayaquil para iniciar mi vida profesional como pianista de la orquesta Blacio Jr., también me dediqué a hacer arreglos para cuarteto de cuerdas del maestro José Barniol y arreglos para el coro del conservatorio Antonio Neumane”, recuerda.

De esta manera se involucró con la música que sonaba en aquella época en el puerto principal. “Yo era muy feliz haciendo esto”. Añade que además realizaba arreglos para cuartetos vocales y para canto y piano. También estudió con el maestro y director húngaro Jorge Raycki en el Antonio Neumane.

Su gusto por la composición se apuntalaba y lo reforzó con el aprendizaje de armonía y contrapunto en París, con la distinguida maestra Nadia Boulanger, gracias a una beca que obtuvo de la Unesco, la primera que se otorgó en 1959 a un compatriota. “Ella me iluminó el camino para la composición musical”, puntualiza.

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Se preparó también en la Sorbona. El roce en el ambiente de una gran ciudad como París le permitió capturar las tendencias artísticas de la música académica europea. De su paso por los diferentes estilos, Guevara de 83 años, asegura que conoció “de fondo la música popular y la música académica ecuatoriana, yo podía distinguir, cuando escribía mi música, qué era popular y qué era académico, así que preferí lo académico”.

El uso de poesía de escritores como Medardo Ángel Silva (Se va con algo mío), Jorge Enrique Adoum (Geografía), Jorge Carrera Andrade (Tierras), las dos últimas para barítono y piano, entre otras, “podrían ser el mérito de tan buenas composiciones junto a la sutileza del piano y violín”.

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Muchos de sus temas conservan raíces andinas que retumban en los conciertos de cámara con canciones como Mi Sanjuanito, Apanny Shungo, Yaguar Shungo o Corazón Sangrante. Lo llena de orgullo recordar que su obra, Salve, salve gran señora, que es un canto tradicional ecuatoriano, fue elegida por Nadie Boulenger con la presencia del violinista Yehudi Menuhin para el festival de Bath en Inglaterra en 1961.

Opina que falta difusión y apoyo para que la música nacional salga a flote. “La educación musical debería llevar desde los salones de clase el impulso a los niños para que conozcan y escuchen la música nacional”. Su esposa María de Lourdes, concuerda con él. “Enseñarles que no solo es lo bailable y popular, que también tenemos música académica bien desarrollada que nos pone internacionalmente a otro nivel”.

Estima que los reconocimientos económicos son necesarios y útiles para que los jóvenes talentos puedan costear sus estudios y perfeccionarse. Cientos de creaciones han surgido del ingenio y sentimiento de este quiteño, al que aún un brillo apasionado deslumbra en sus ojos al entonar recordando alguno de sus temas, sean estos albazos, yaravíes, pasillos o danzantes. No tiene tema preferido, pues para un padre todos sus hijos son buenos, dice.

Dicen de él

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“Es muy sensible y talentoso. Ha dado mucho al país y aún tiene mucho por ofrecer, me siento orgullosa de compartir y disfrutar su talento”. MARÍA DE LOURDES JARAMILLO, esposa