Ramiro Beltrán (61) fue hasta el 30 de septiembre pasado, inspector del Colegio Menor de la Universidad Central.

“El 1 de octubre me dieron una acción de personal luego de 41 años dedicados a la docencia, en primaria, secundaria y en la universidad... Con 61 años de edad tomé la decisión de jubilarme, hace ocho meses, porque ya cumplí los requisitos del IESS y porque en estos días es bastante difícil trabajar en el magisterio... Es la forma como nos tratan; hay bastante menosprecio, hay imposición y no hay diálogo en el actual sistema educativo.

“Aunque no se sabía que ya no nos iban a pagar en efectivo, sino con bonos, no era el dinero lo que me incentivaba a la jubilación, era un tema de dignidad, de evitar tanto atropello.

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El problema de los bonos es que tienen bajos intereses. Por los procesos de inflación, lo que recibiremos podría ser hasta menos. Si quisiéramos vender, sabemos que no hay quién compre. Y si compraran, el castigo es bastante alto...

“Se necesita el dinero para la salud, soy un paciente de alto riesgo por mi diabetes. 'Jubilación' viene de júbilo, la idea es gozar de nuestro derecho...

“Tenía la idea de entre cinco compañeros ponernos una granja porcina, otros cinco una avícola y así. A más de continuar activos íbamos a dar fuentes de trabajo... Ahora solo aspiro a recibir el dinero en diez años y si no alcanzo, que mis hijas y nietas lo reciban y tengan los recursos para enterrarme”.