Es un enganche. Va dirigido a los jóvenes en especial. Una persona blanca interpretando canciones de rap, sesiones de entrenamiento o lanzando mensajes prometedores como el “camino al paraíso”. El objetivo es atraer simpatizantes a su ideología antioccidental utilizando una manera rápida y moderna: las redes sociales.

Esa es la estrategia de Al Shabab (juventud en árabe), calificado por la CIA de EE.UU. como un grupo terrorista vinculado a Al Qaeda desde el 2012 y que se atribuyó este mes el mayor atentado en Kenia desde 1998, cuando fallecieron 200 personas en la embajada de EE.UU., en Nairobi, su capital.

“¿Recuerdan Bombay (166 muertos en el 2010 en un ataque terrorista paquistaní)? Va a ser una larga odisea”. Esa fue una de las primeras advertencias que transmitió el 21 de este mes la agrupación islámica rebelde somalí en su cuenta en Twitter, tras atrincherarse por cuatro días en el lujoso mall Westgate de Nairobi, donde hubo 67 muertos y 240 heridos.

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Las redes sociales son la herramienta que utilizan esta y otras organizaciones terroristas para difundir videos o mensajes, no solo para promocionarse sino también para vanagloriarse de sus actos o lanzar amenazas. “Por largo tiempo hemos librado una guerra contra los kenianos en nuestra tierra, ahora es momento de cambiar el terreno de batalla y de llevar la guerra a su suelo”. Fue la sentencia que dio, on-line, al gobierno de Kenia, tras el ataque en Nairobi. La represalia es porque sus tropas participan en las operaciones de la Misión de la Unión Africana en Somalia, desde finales del 2011 contra los combatientes de Al Shabab.

Stig Hansen, experto en esa organización radical de la universidad noruega de Ciencias de la Vida (en Oslo), dice que el ataque en Nairobi puede tener varios motivos, como llamar la atención de potenciales miembros en occidente, pues Al Shabab recluta a militantes en el exterior para sus ataques.

Un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, siglas en inglés), publicado en julio pasado sobre el uso de internet con fines terroristas, indica que existen seis categorías que estas organizaciones emplean para promover sus actos y solicitar apoyo. Una de ellas, señala, es la propaganda, que puede ser elaborada por ellas o simpatizantes y difundida a través de mensajes por las redes sociales, en revistas en línea, salas virtuales o juegos de video que, entre otros, simulan actos de terrorismo y alientan al usuario a participar en el juego, haciendo el papel de terrorista virtual.

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Mary Harper, editora del Servicio Africano de la BBC, dice que Al Shabab elabora videos muy atractivos para los jóvenes, con música rap o mostrando a otros jóvenes con armas y ofreciéndoles la aventura de ser combatientes. “...Para muchas personas tener un arma es algo excitante”, comenta.

La propaganda terrorista suele adaptarse para atraer a los grupos vulnerables y marginados de la sociedad, según el informe de la Unodc, elaborado tras reuniones con expertos de 25 estados en octubre del 2011 y febrero del 2012. “...Explota los sentimientos de injusticia, exclusión o humillación”, señala.

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Pero Harper dice que el entusiasmo en este tipo de propaganda, como la difundida por Al Shabab, en algunos casos, dura poco. Cuando se dan cuenta de que no es lo que los videos mostraban, ya es demasiado tarde. Se trata de una desilusión muy rápida. A algunos se les ofrece ser choferes, otros terminan convirtiéndose en atacantes suicidas. “Una vez que están en Somalia, dentro de Al Shabab, es muy difícil salirse”, afirma.

Según Unodc, una respuesta eficaz es establecer políticas y leyes claras que se ocupen de la penalización, que se otorguen facultades especiales a los organismos de seguridad, una regulación del servicio de internet y un control de contenidos.