Gustavo Navarrete casi pierde la vida hace un mes cuando se le reventó la apéndice y tuvo que acudir de emergencia al subcentro de salud de Tarifa.

Él vive en el recinto Miraflores desde hace 20 años, el camino polvoriento e irregular hizo que su dolor se incrementara mientras se movilizaba en la camioneta de un amigo. Justo al llegar a la clínica en Samborondón se le reventó la apéndice. “Eso es lo que necesitamos en los recintos, que existan más centros de salud y hospitales, porque así como estamos, la gente se muere”, expresa indignado.

A esa necesidad se suman otras como la falta de agua potable, que lleva a la incomodidad de llamar cada día a los tanqueros para que llenen los recipientes. Cada llenada de tanque cuesta $ 2.

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Yaneira Guerrero es habitante de Miraflores desde hace 17 años y cuenta: “Para cocinar, lavar la ropa y bañarme tengo que coger agua del río, colocarle cloro y esperar que se asiente el sedimento para poder tomarla”.

Ellos se sienten olvidados puesto que los caminos son de tierra y piedra. El Municipio de Samborondón ha construido una nueva carretera asfaltada en el camino principal que va desde el recinto El Carmen y llega hasta Guarefirme, y que conecta a recintos como Miraflores, El Destino, La Rosaura, La Ninfa, San Vicente Ferrer, Amelia María, El Paraíso, La Norma, entre otros.

Gabriel García, gerente general de la Empresa Pública Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Samborondón (Epmapas), explica que se construyen pozos de agua, aumento de redes de distribución de agua en recintos como El Carmen, Guarefirme y Puntilla la Barranca, entre otros.

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“Estamos terminando la construcción de un pozo de agua en el recinto El Carmen y en unos quince día empezaremos con la construcción de otro en Guarefirme y de las redes de distribución y bombas para que las familias tengan agua en sus casas. En la Barranca arrancaremos luego de un mes la construcción”, indica.

El sistema de pozos de agua consiste en hacer perforaciones de 60 a 80 metros en la tierra hasta encontrar agua apta para el consumo.

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En un recorrido que Viva realizó el sábado 7 de septiembre en compañía de Carlos Gómez, presidente de la junta parroquial de Tarifa, se pudo observar que la gran mayoría de viviendas dejó de ser de caña y ahora es de cemento, ¿el motivo?, muchas de esas familias han aplicado al bono de vivienda rural del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi).

“Algunas personas han aplicado al bono del Miduvi, entonces cuando el vecino ve que su amigo ha construido una casa de cemento, él quiere también progresar y se sacrifica para mejorar su vivienda”, comenta Gómez.

Si bien Cecilia Sánchez destaca la reestructuración de las casas, considera que una de las cosas que aún no se atiende adecuadamente es el mantenimiento de la vía. Para llegar al recinto Vista Alegre se debe recorrer un camino lleno de polvo. A este sector solo llegan diez buses que se turnan para salir cada media hora a la carretera principal. “Las lluvias en inviernos nos dejan sin los buses porque con el agua desaparece el camino y nos toca ir en canoas hasta Samborondón”, explica Cecilia, de 59 años, quien se dedica a la venta de gaseosas en este recinto.

El 70% de los habitantes de las zonas rurales de Samborondón se dedica a la agricultura, al sembrío y cultivo de arroz, otro porcentaje, a la albañilería, jardinería y servicios domésticos en las ciudadelas de la parroquia satélite La Puntilla.

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Pilar Gurumendi, del recinto Miraflores, es empleada doméstica de una familia en El Buijo. Desde hace diez años se dedica a este oficio. “A mí me recomendó una amiga y por eso comencé a trabajar. Aquí me toca ir en tricimoto, dependiendo lo rápido que quiero ir me pueden cobrar desde $ 0,50 hasta $ 1”, cuenta. “El tanquero viene de repente y nos cobra mucho. Nos toca coger agua del río”, acota.

Obras sociales

Magno Franco, habita en El Destino y es agricultor. Él recuerda a una familia de apellido Machiavello, que cada año en Navidad reparte juguetes y víveres. “También unos chicos de una universidad (no recuerda el nombre de la entidad) ya tienen dos años seguidos que vienen, también nos han regalado juguetes”, manifiesta.

En el recinto Vista Alegre, Yomay Plúas, de 40 años, y con once viviendo en ese lugar, expresa que hasta hace tres años, cada semana unos estudiantes universitarios acudían a dar clases y a jugar con los niños, pero un día los asaltaron y no volvieron más.

Asimismo, en julio del 2011, un grupo de alrededor de 20 estudiantes del colegio La Moderna fue asaltado por varios delincuentes que iban en motocicletas e interceptaron el bus que movilizaba a los alumnos. Este hecho ocurrió en el recinto General Gómez; los estudiantes dejaron de ir por temor, lo que afectó a más de un centenar de personas, entre niños, jóvenes y adultos de los recintos Río Seco y General Gómez, quienes recibían educación de los alumnos.

Mientras que en los recintos Sabanilla, San Guillermo y San Enrique se ven beneficiados, por ejemplo, con la obra social que realiza la parroquia Santa Teresita de Entre Ríos. Cada semana un grupo de voluntarias acude a catequizar, educar y repartir víveres a las familias de los mencionados recintos.

Julio Quevedo, habitante de Boca de Caña, recuerda que debían caminar hasta la vía principal para movilizarse. Agrega que la mayoría trabajaba en piladoras.

Cecilia y María Gabriela desconocen cómo es un centro comercial y evitan ir a La Puntilla porque les resulta lejos. Pilar Gurumendi expresa: “He ido dos veces con mi hija, pero ya no porque nos queda lejos, tampoco tenemos dinero para ir a comprar”.

Cifras

120

Es la cantidad de recintos que tiene en total el cantón Samborondón.

50

Minutos se demora en salir una persona desde Vista Alegre hacia Tarifa en bus.

Opiniones

En invierno esto es feo porque no se ve nada más que agua, tenemos que trasladarnos en canoas de un lado para otro. El Municipio sí ha hecho obras”. YOMAY PLÚAS, habitante del recinto Vista Alegre

“Ahora está más poblado el recinto. Todos nos conocemos por nuestros nombres. Ha cambiado mucho porque ahora tenemos una plaza y calles asfaltadas”. JULIO QUEVEDO, de Boca de Caña