La niña de 9 años que con un charol sobre la cabeza golpeaba puertas ofreciendo frutas y legumbres en las casas de Entre Ríos, en los años ochenta, hoy es una empresaria exitosa que trabaja con el mismo empeño y dedicación; como el primer día que pisó Samborondón.

Su sonrisa ha sido su fiel compañera de vida, no deja de mostrarla durante la entrevista, aun cuando recuerda momentos tristes. Es María Guamán Rubio (36 años), riobambeña, propietaria del supermarket Entre Ríos.

Trabajo arduo

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María comenzó a trabajar a los 7 años en el Mercado Central, donde pelaba habas y alverjas con sus primos. Su padre, Bernardo Guamán (+), trabajaba en el mercado Pedro Pablo Gómez. “Un día mi papi vino a dejar una carga a la señora María Poveda, que vivía por el colegio Abdón Calderón (IPAC) y ella le dijo a mi papi, ‘¿por qué no vendes legumbres por aquí?’, porque no había quién venda”, recuerda María.

Bernardo y María se aventuraron a trabajar en La Puntilla hace ya 27 años, cuando en el sitio, recuerda: “No había comisariatos, centros comerciales, solo iguanas, áreas verdes y los mosquitos, que de mañana nos picaban demasiado”.

“Mandamos a hacer una carreta y comenzábamos a las cinco de la mañana a empacar legumbres, encargábamos las cosas a la señora Amalia de Vargas. A las seis de la mañana comenzábamos a recorrer casa por casa: ‘Señorita, legumbre, papa, cebolla’. A la semana teníamos bastante clientela y ya no nos alcanzábamos, le llamamos a mi hermana mayor Juana. Ella iba con la carretilla y yo con un charol en la cabeza”, cuenta, mientras deja escapar unas lágrimas que esconde enseguida con una sonrisa.

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María recuerda que una vez tuvo un accidente en un parque de diversiones, le cogieron trece puntos en la cabeza, y aún así, dice: “Igual me ponía el charol en la cabeza, aunque me dolía, con una franela roja en la cabeza me tapaba”.

La familia Guamán, conformada por Bernardo, su esposa María Nieves, sus hijos Juana, Tomasa, María y Gabriel, se hacía más conocida y apreciada en el sector. Todos los días, desde su hogar en Sucre y 6 de Marzo, llegaban a Entre Ríos a vender sus productos.

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María rememora que en varias ocasiones su familia recibió ayuda de los vecinos del sector, y junto con el esfuerzo diario que invertían en sus labores el negocio se convirtió en una despensa llena de víveres y otros productos, con cámaras de seguridad, aire acondicionado, cajas registradoras.

“En la avenida Segunda vivía la señora Noemí, que nos prestó el garaje de su casa para encargar las cosas”, cuenta María, que añade que en la misma calle la familia Marín tenía una casa que estaba vacía. “Mi papi dijo que quería alquilar, pero ellos nos prestaron esa casa buen tiempo sin cobrar un centavo”, dice con voz entrecortada.

En una ocasión, las autoridades no querían vendedores ambulantes, por lo que fue necesario, cuenta María: “recoger muchas firmas para que no nos boten”.

El solar en el que se levanta el edificio de tres pisos en donde funciona la despensa, lo compró don Bernardo en unos 8 millones de sucres en 1995. Al principio, la familia vivía en el solar en una casa de caña, mientras de a poco se levantaban paredes.

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A pesar de la adversidad

“No fui a la escuela porque yo pensaba: ‘Yo tengo local, no me van a mandar y puedo dar trabajo a otras personas, si no tengo negocio me van a mandar, eso no quiero’”, rememora esta empresaria.

Está feliz de que sus metas se hicieron realidad, aunque a ratos se entristece al recordar que sus padres ya no están para compartir esa felicidad. Su padre falleció en un accidente de tránsito hace catorce años; su mamá, hace un mes, por una complicación cardiaca.

Sus esfuerzos por sacar adelante el negocio se han visto menguados en varias ocasiones. Los han asaltado, se les robaron el carro fuera de la despensa, hace un año se incendió el local, pero a pesar de todo María no deja de sonreír, de trabajar y de estar agradecida a Dios. “Él es justo, Él es el único”, manifiesta muy convencida.

Dicen de ella

Ella ha conseguido todo con mucho esfuerzo. Cuando comenzaron, venían a vender los productos, dejaban encargadas las cosas en mi garaje. María es magnífica, muy alegre, muy amable, a pesar de todos sus problemas nunca baja la guardia, saca todo adelante”.

NOEMÍ CARRIÓN,
amiga de María