La ausencia de último minuto del papa Francisco a un concierto el sábado, en el que era el invitado de honor, ha enviado otra señal clara de que hará las cosas a su manera y que no le gusta la vida lujosa del Vaticano. La gala de música clásica fue organizada desde antes de su elección en marzo, con motivo del Año de la Fe.

Minutos antes de iniciarse el concierto, un arzobispo cercano al Vaticano informó a la multitud de cardenales y dignatarios italianos que “un compromiso urgente que no podía ser pospuesto” le impediría a Francisco asistir a la gala.

Los prelados, a quienes les aseguraron que no había motivo de salud para la ausencia del papa, lucieron desorientados, dándose cuenta de que el mensaje que quería enviar era que con la Iglesia en crisis, él y tal vez ellos tenían demasiado trabajo pastoral que hacer como para asistir a actos sociales.

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El asiento papal, preparado bajo la presunción de que asistiría, permaneció vacío durante todo el concierto. Francisco se quedó en su residencia de Santa Marta en el Vaticano y no se movió de allí, según el portavoz vaticano, Federico Lombardi. Este afirmó que el pontífice mantendría su agenda de actos para los siguientes días.

Mientras se realizaba el concierto en un auditorio a metros de distancia, se cree que Francisco trabajaba en nuevas designaciones para la Curia, la conflictiva administración central del Vaticano.

La administración ha sido responsabilizada de algunos contratiempos y escándalos que afectaron el pontificado de ocho años del papa Benedicto XVI, que renunció en febrero.