Cuando Frederik de Klerk, el último presidente blanco de Sudáfrica, le dijo que iba a ser liberado, el 11 de febrero de 1990, Nelson Mandela lo dejó perplejo con su respuesta: “Es demasiado pronto”, le contestó el abogado negro y líder de la lucha contra el apartheid, un fenómeno de segregación racial que se instauró en su país por parte de una minoría de blancos. Llevaba 27 años preso. Por su causa había sido condenado a cadena perpetua por rebelión, sabotaje, terrorismo y conspiración.

“Señor Mandela, ¿cómo puede decir que es demasiado pronto? ¡Ya ha estado mucho tiempo ahí dentro! Vamos a negociar muchas cosas en el futuro, pero sobre la fecha de liberación, no. Sin embargo, podemos negociar dónde y a qué hora quiere ser liberado”, le respondió de Klerk.

Mandela sonrió y lo aceptó. Fue liberado luego de permanecer 18 años en una prisión de alta seguridad en Robben Island, en la costa de Ciudad del Cabo, y otros nueve en la cárcel de Pollsmor de esa ciudad. Era el preso número 466-64.

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La anécdota la cuenta de Klerk el pasado 15 de junio, en una entrevista en un foro en África, a propósito del grave estado de salud de Mandela, quien lleva quince días internado y se recupera de a poco de una infección pulmonar, en un hospital de Pretoria.

Fue durante su tiempo en prisión que Mandela contrajo tuberculosis, cuyas secuelas siguen hasta ahora. Es la cuarta vez, desde diciembre del 2012, que debe ser internado.

A sus 94 años, Mandela sigue siendo el ícono de la lucha antirracial en el mundo. Su defensa por la igualdad lo hicieron merecedor, junto a de Klerk, del Premio Nobel de la Paz en 1993. Un año después se convirtió en el primer presidente negro y el primero en ser elegido democráticamente por votación.

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Luchó 67 años para que cada persona, sin importar su color, tuviera derecho a elegir en su país. “Lo que los sudafricanos necesitan es ser defendidos en el principio de un voto por persona y quieren independencia política. Sudáfrica es un país de muchas razas; hay espacio suficiente para todas las razas en este país”, dijo en su primera entrevista desde la clandestinidad a Independent Television Network, en Johannesburgo, el 21 de mayo de 1961.

Pese a los enfrentamientos y masacres que se libraron por esa época, Mandela ratificó su campaña de no cooperación con el gobierno basada en preceptos pacíficos y sin segregación. “Hay muchas personas que temen que es inútil e injusto que continuemos hablando de paz sin acudir a la violencia frente a un gobierno que sus únicas respuestas no son más que una prueba de su crueldad en contra de personas indefensas”, indicó en esa entrevista.

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Su actitud desafiante le vino marcada en su nombre. Cuando nació, el 18 de julio de 1918, en Mvezo (Transkei), una aldea de Cabo Oriental, su padre lo llamó Rolihlahla. En lengua xhosa, reseña el Centro de la Memoria de Nelson Mandela, significa “perturbador”. En la escuela, su profesora lo llamó Nelson por una costumbre de poner a los niños africanos nombres ingleses. Pero en Sudáfrica lo conocen cariñosamente como Madiba, el nombre de su clan en lengua xhosa.

Huérfano desde los 9 años, Madiba quedó al cuidado de su padrino y al graduarse del colegio viajó a Alice para estudiar Derecho en el Fort Hare University College. Allí conoció a Oliver Tambo, con quien montó el primer estudio jurídico de negros, dice una biografía del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona.

Cuando era miembro del consejo estudiantil protagonizó una disputa en torno a un resultado electoral, por lo que fue expulsado y terminó su carrera por correspondencia en 1942. Un año más tarde se unió al Congreso Nacional Africano (ANC), organización que luchaba por el nacionalismo negro y el establecimiento de una república democrática.

Una reciente exposición en París, denominada ‘Nelson Mandela, de prisionero a presidente’, muestra su lado débil, como su fuerte temperamento, y critica algunas políticas de su gobierno (1994-1999), como la tardanza en reaccionar a la epidemia del sida, tema en el que Mandela reconoció haber errado cuando su hijo falleció infectado de este virus en el 2005.

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El expresidente ha tenido tres matrimonios y seis hijos, aunque el Centro de la Memoria ha estudiado al menos diez reclamaciones de paternidad, según el diario español ABC. En los últimos meses, su familia ha comenzado a tener disputas por la herencia.

Su última esposa, Graça Machel, viuda del expresidente mozambiqueño Samora Machel, es quien ha permanecido a su lado desde que fue internado. Aunque está alejado de la vida pública (su última aparición fue en el Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010), el próximo 18 de julio habrá una serie de actividades para conmemorar el Día de Mandela, declarado por la ONU en el 2009.

De Klerk cree que su obra nunca se desvanecerá y dice convencido: “Cuando muera, y esperemos que no sea pronto, no habrá una crisis en Sudáfrica. Creo que revivirá su legado. Todos los sudafricanos se volverán a preguntar: ¿qué defendía este hombre?”.

No tienes que tener educación para poder saber que quieres gozar de los derechos fundamentales, que tienes muchas aspiraciones...21/ 05/1961