A Fondo: Realidad de un gremio

Cuando José María Velasco Ibarra como presidente decretó el 24 de junio del 1937 como Día del Chofer, Alberto Medina Acosta apenas tenía un año de nacido. Hoy, a los 77 años, ya acumula 54 conduciendo. Él es una de las al menos 46.141 personas que están agremiadas como taxistas, según la Federación de Cooperativas de Transporte de Taxis.

Prefiere no revelar cuánto gana. Se limita a decir que es poco. “Todo es para mí solito”, bromea sonriente. Su día transcurre en el cantón Durán en un viejo auto que alquila por $ 15, para jornadas de 08:00 a 18:00. Diez horas “agotadoras”, pero prefiere estar activo. Cuenta que se retiró hace dos años, vendió su taxi, pero no se enseña a estar “metido en casa”. “Me enfermo”, dice el chofer de caminar cansado, que no cuenta con un seguro médico.

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Su situación es diferente a la de Armando Alvarado, quien labora como chofer profesional 18 años de los 40 que tiene. Ha sido varias veces atacado por delincuentes. El pasado 28 de diciembre fue la última: un sujeto, de unos 50 años, lo hizo parar a la altura de la terminal terrestre de Durán. Lo contrató por horas. Le dijo que lo lleve a varios lugares. Tras más de cuatro horas de recorrer Guayaquil, dice que perdió la conciencia cuando el pasajero le entregó un cheque y se lo acercó a la nariz.

“Terminé entregándole $ 50 dólares y mi celular”, recuerda el excamionero, que trabaja de lunes a domingo a bordo de un taxi para mantener a su esposa, cuatro hijos y pagar $ 370 por un crédito bancario que le dieron para poder comprar un auto desde hace un año; y del que aún le resta pagar 48 letras más.

Renán Macías Vera, en cambio, optó por hacer de la conducción su profesión hace casi tres décadas, cuando ya no encontró empleo en la empresa privada y dejó de ser teniente político en una localidad de Manabí. Al frente del bus disco 5 de la cooperativa Rutas Portovejenses cumple jornadas desde las 07:00 hasta las 19:00, tras realizar un viaje ida y vuelta entre Portoviejo y Guayaquil o a veces vuelta y media que lo obligan a dormir en la oficina de la cooperativa en la terminal.

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Reniega de la inseguridad y recuerda que hace pocos días un policía fue herido en el asalto a un bus de su cooperativa. Critica que se prohíba recoger pasajeros en las vías, pero que no se construyan miniterminales. “En mi ruta está, por ejemplo, el cantón Pedro Carbo, pero es prohibido parar en la vía. ¿Cómo servimos al pasajero ahí?”, dice el chofer que cuenta con un seguro de vida en la compañía y que al momento, indica, acumula al menos 700 dólares en multas.

 

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Problemas como accidentes, inseguridad, el tráfico pesado; y –a pesar de su condición de profesionales– los, “a veces exagerados”, controles de agentes de tránsito son más mencionados por los choferes, muchos de los cuales no dejan la actividad pese a que sus vidas han sido marcadas por tragedias. Es el caso de Pedro Bosques Águila, profesional hace 45 años de los 67 que tiene, a quien lo golpearon dos accidentes.

El primero sucedió en el 2003. Su esposa perdió el brazo izquierdo y sufrió graves heridas en las piernas, cuando el bus en el que viajaba de Guaranda a Guayaquil se accidentó. El segundo hecho ocurrió hace seis años y tuvo consecuencias fatales: falleció el único hijo varón de la pareja, que además tiene dos hijas. Bosques cuenta que aprendió lecciones de ambos incidentes. Hoy, incluso, se ha asegurado. “La velocidad es mala. Del carro se cambian las puertas, se arregla el motor, pero del cuerpo nada”, cuenta triste.

Aunque la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) no indica qué porcentaje de citaciones han sido emitidas a profesionales ni la cifra de accidentes protagonizados por ellos, estadísticas de la entidad revelan que la mayoría de tragedias ocurren por alguna impericia o imprudencia.

“A los 30 puntos de la licencia los cuidamos más que a una mujer”, dice de manera jocosa José Luis Reina Nazate, de 33 años, quien es camionero al igual que su hermano Marlon, de 35. Son de Tulcán y recorren el país, e incluso suelen llegar a Perú y Colombia, en una misma empresa de transporte para la que laboran. Para ellos, la ley es muy severa, pero tratan de cumplirla para no ser sancionados.

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Ambos dicen tener suerte porque la empresa que los contrató sí cumple con las obligaciones de ley, pero el lado negativo de su profesión es la falta de tiempo que tienen para sus familias. Ambos están separados.

“Si se tiene menos de 20 puntos en la licencia ya no contratan”, cuentan los hermanos que por su trabajo casi no departen. Pero el pasado jueves coincidieron en un restaurante del km 5 de la vía Alóag-Santo Domingo. “Nos tenemos el uno al otro en la carretera”, comenta Marlon.

Hasta el año pasado, la Federación Nacional de Cooperativas de Transporte Público de Pasajeros refería que de 700 mil choferes profesionales, al menos el 30% había perdido puntos en sus licencias. Mientras la Federación de Choferes Profesionales estimaba que siquiera el 15% había perdido puntos. “Esa es una cifra que ni siquiera la ANT sabe con certeza”, dice el dirigente Augusto Aguirre.

Cuando un conductor pierde los 30 puntos de su licencia de conducir tiene la posibilidad de recuperar apenas 20, para lo cual deberá acudir a otro curso, según el artículo 98 de la Ley Orgánica de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial.

 

Abel Porro Campos cuenta que para él una de las mayores dificultades son las largas jornadas que, por un promedio 30 dólares diarios, cumple desde las 05:30 a las 22:00. Aunque, mientras espera la salida de turnos o come, descansa en la estación. Trabaja como conductor de buses desde hace 25 años. Con lo que gana mantiene a sus dos hijos y esposa.

Una situación similar enfrenta Johnny Bermúdez Morán, de 49 años, 20 de ellos como chofer. Profesión que heredó de su padre, quien le sugirió que cumpla con el servicio militar para que obtenga con más facilidad la licencia. Percibe un promedio de 30 dólares por día en un bus.

En Manabí, Ricardo Zambrano Bowen experimentó algo casi parecido hace diez años. “Mis padres me dieron a elegir: el estudio o hacer el curso de chofer. Escogí lo segundo”, dice mientras parte a un recorrido en un bus de la cooperativa Turismo Manta, en la que es el único que ha sido asegurado por su jefe.

Aunque el decreto emitido por Velasco Ibarra indica que cada 24 de junio debe ser de descanso obligatorio y pagado para los choferes profesionales, en Portoviejo el ibarreño Javier Gálvez reconoce que eso es imposible para él. Al mes debe reunir al menos 1.200 dólares para mantener a la familia y pagar el préstamo que obtuvo para adquirir el taxi en el que trabaja.

Otros, en cambio, ni siquiera recuerdan que mañana estarán de aniversario. “¡Ahí sí que me cogió!, responde Julio Escobar antes de ir a Machala al frente de un bus desde Guayaquil. “Nunca he tenido día libre”, dice Pedro Bosques. En tanto, Medina tiene claro que mañana es el Día del Chofer. “Es el 24 de junio, el mismo día que murió el cantante argentino Carlos Gardel (en 1935)”, comenta, aunque no celebrará. Se dedicará a trabajar.