Su optimismo, perseverancia y ambición le dieron prosperidad. Blanca Elizabeth Tomalá Quevedo, de 50 años, nunca pensó tener éxito durante ya trece años, tras haberse visto sumergida en una gran crisis, en 1999. Hoy, desde su casa, en medio de tijeras, máquinas de coser, retazos e hilachas de tela, y con el apoyo de su familia, ella sigue ganando notoriedad en el mundo de la costura, a través de su empresa Bet.

Tiene su taller en un área de cerca de 120 m² en la parte trasera de su vivienda, en el suburbio. Ahí, ocho máquinas están dispuestas con hilos de los más diversos colores; también hay un espacio para hacer serigrafías. Contiguo a los talleres está su oficina, donde se exhiben camisetas, bolsos, carteras, creadas con las manos.

Lo peculiar es que en todos esos productos se destacan marcas reconocidas, ya sean de telefónicas, bebidas hidratantes, colegios privados o diarios. Por la gran demanda de confecciones da empleo al menos a quince artesanos de Salitre, Pedro Carbo, Isidro Ayora (Guayas) y de zonas marginales de Guayaquil.

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Así rememora sus inicios. Su esposo, Walter García, en 1998 trabajaba en la instalación de radiocomunicaciones, pero la crisis de la época lo dejó en la bancarrota. Entonces ella decidió irse a Roma, Italia, y trabajó dando tratamientos faciales, pues estudió cosmetología, a los 19 años. Sin embargo, esto no llenó sus expectativas. Al cabo de 45 días en Europa, retornó a Ecuador.

Aquí debió verse la manera para subsistir. Recordó que su madre le enseñó costura en su infancia y para el año 2000 empezó a crear cojines, luego de que una tía le prestara una máquina casera. A los pocos días, su mamá le dio la que fue su segunda máquina, pero esta era industrial y con ella sus trabajos fueron mejorando. Mientras Tomalá producía, su esposo vendía la mercadería en una empresa llamada como D’Liz.

Luego, en el 2005, la empresa cambió de nombre. Eligió Bet por las iniciales de sus tres nombres. Lo hizo porque también quería dar un nuevo enfoque a su trabajo, ya con un sentido más ecológico, puesto que la confección de ropa, mochilas y carteras tuvo sus bajos tras la llegada de producción china. Para ello comenzó a utilizar yute y telas convencionales.

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Tomalá trabaja para cumplir ese “nuevo sueño”. Espera en los próximos meses abrir una oficina en un centro comercial. “Para mí no es malo que el amanecer me coja cosiendo. En algún momento me esforcé así en un país desconocido, así que por qué no voy a hacerlo en mi tierra”, señala la mujer.

 

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Antecedentes: Desde su infancia
Preparación

Su madre fue su profesora en costura desde su infancia, a los 19 años estudió cosmetología, pero no llenó sus expectativas. No se preparó en la universidad, pero entre sus planes está estudiar publicidad.