Fue una elección histórica en EE.UU. Traspasó las barreras raciales y con más de 62 millones de votos se convirtió en el primer presidente negro en ocupar la Casa Blanca. Los aires de cambio, que ya se sentían en las elecciones de noviembre del 2008, se asentaron el 20 de enero del 2009 cuando Barack Hussein Obama asumió el que sería su primer mandato.

“Yes we can” fue el grito eufórico en las calles de Chicago y otras ciudades estadounidenses tras conocer el triunfo del candidato demócrata que a inicios de su administración gozaba de un 79% de aceptación.

El término de la guerra con Irak, el tratado de control de armas con Rusia y la muerte de Osama Bin Laden en Pakistán se mencionan entre sus aciertos, en política internacional. Entre sus altibajos figuran el debate de la reforma sanitaria, que dividió a demócratas y republicanos (2009-2010), el derrame de petróleo en el Golfo de México (2010) y el desempleo que llegó al 8% (2011).

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La reforma migratoria, el cierre de Guantánamo y la situación del estado palestino que quedaron entre los temas pendientes no afectó su imagen pues a fines del 2012 la confianza llegó a un 47% en la población. Tampoco fueron los cuestionamientos por la intervención militar en el conflicto libio y el traslado de tropas norteamericanas en Afganistán. El 2012 llegó a un 51% de confianza. Se evidenció en las urnas cuando los estadounidenses y migrantes lo ubicaron otra vez en la Casa Blanca.

Hoy, a tan solo seis meses de su segunda administración, Obama enfrenta, según analistas económicos y políticos, la peor crisis provocada por los recientes escándalos de espionaje telefónico. Del 60% que gozaba a inicios del 2013 descendió a un 53% en mayo.

Se han desempolvado las críticas que hacía contra la política antiterrorista de George W. Bush. Hoy ha sido catalogado como su antecesor por el polémico caso revelado, la semana pasada, por los diarios The Washington Post y The Guardian sobre los programas de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) que inició Bush tras los atentados del 11 de septiembre.

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El primero registra desde el 2006 datos de millones de llamadas telefónicas en EE.UU., realizadas a través del operador Verizon, y probablemente otros. El segundo, llamado Prism, intercepta las comunicaciones de internautas extranjeros situados fuera de EE.UU. en nueve grandes redes sociales, entre ellas Facebook.

El gobierno se ha puesto a la defensiva. Obama ha defendido los programas, amparados bajo una orden judicial y que eran conocidos por los legisladores. Una información secreta que era compartida con el gobierno británico. “Nadie escucha sus llamadas”, aseguró públicamente Obama la semana pasada. Para muchos se ha vulnerado el derecho a la privacidad. Hoy Edward Snowden, extécnico de la CIA, quien filtró la información de los programas, es perseguido por EE.UU.

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Antes de este escándalo, a inicios de mayo, el Departamento de Justicia obtuvo el registro de llamadas de 20 líneas de la agencia The Associated Press (AP). El gobierno argumentó que fue para investigar la fuga de información clasificada. Para el director de la agencia fue “una intrusión masiva”.

A esta reciente lista se suma otro escándalo que salió a la luz, casi simultáneamente con el caso de AP. Un informe interno de la Oficina de Impuestos (IRS, por sus siglas en inglés), reveló el uso de “criterios inapropiados” para otorgar estatus especiales de rebaja de impuestos a organizaciones sin fines de lucro vinculadas al llamado Tea Party, el ala más conservadora del Partido Republicano.

Pero hay más. El reciente nombramiento de Susan Rice para que sea su principal asesora en materia de seguridad ha reavivado las críticas entre legisladores que la señalan como una de las principales promotoras de la campaña de desinformación del ejecutivo que no reconoció, en primera instancia, el ataque al consulado de EE.UU., en Bengasi (Libia), del 11 de septiembre de 2012, en el que murieron el embajador Chris Stevens y otros tres ciudadanos. El Pentágono ha sido cuestionado por no desplegar a tiempo una fuerza para responder al ataque.

El mal momento por el que atraviesa Obama se da a la par del debate en el Senado sobre la reforma migratoria, un tema pendiente de su anterior administración.

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Si cada paso que damos para intentar prevenir el terrorismo acaba en la primera plana de un periódico o en la televisión, presumiblemente las personas que nos intentan atacar serán capaces de esquivar nuestras medidas preventivas”.