En Honduras, el país más violento del mundo, con un promedio de 80,2 homicidios por cada cien mil habitantes, las dos pandillas más poderosas Mara 18 (M-18) y Mara Salvatrucha (MS-13) hicieron una declaración histórica el pasado martes. Ofrecieron una tregua y un cese de la violencia, pidieron perdón a la sociedad y al gobierno por el daño causado y llamaron a las autoridades a abrir un diálogo para la pacificación del país a cambio de un espacio de rehabilitación y trabajo.

Pero esta decisión, anunciada por los líderes desde la cárcel de San Pedro Sula, no convence del todo a los hondureños que viven una ola de violencia que a diario registra un promedio de 20 muertos.

“Ofrecemos cero violencia en las calles, cero crímenes, este es solo un primer paso y lo vamos a demostrar con los hechos”, declaró un integrante del grupo que dijo llamarse Marco y habló en representación de los miembros de su organización.

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El pandillero explicó que la vigencia de la tregua es inmediata y abarca a toda Honduras. “Todos los muchachos saben a partir de hoy (el pasado martes) lo que tienen que hacer”.

Los pandilleros designaron como mediadores con el gobierno al obispo auxiliar de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, y al embajador Adam Blackwell, secretario de Seguridad Multilateral de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Muchos de los crímenes son cometidos por pandilleros que, entre otras acciones delictivas, cobran un denominado “impuesto de guerra” a autobuses del servicio urbano, taxis, pequeños y medianos negocios, y personas particulares, entre otros locales y servicios.

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Al menos cuatro taxistas que cubren rutas en distintos puntos de Tegucigalpa aseguraron ser extorsionados por las pandillas M-13 y M-18. Cada semana entregan entre 250 y 300 lempiras (de 12,5 a 15 dólares).

“Lo peor es que nosotros sabemos que la Policía está bien enterada de cómo y dónde funcionan los pandilleros extorsionadores, pero no hacen nada”, dijo uno de los taxistas que pidió la reserva de su nombre.

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Respecto de las extorsiones que la organización cobra a los pequeños empresarios, transportistas y ciudadanos, el portavoz expresó: “No hablemos aún de extorsiones, vayamos paso a paso, primero cero crimen y cero violencia, y para detener la violencia que perjudica a los seres humanos empecemos a hablar de encontrar la manera de desenvolvernos”.

El vocero de los Mara Salvatrucha dijo que pararía el reclutamiento de integrantes.

De la otra pandilla, un miembro de Barrio 18 expuso el problema de la carencia de oportunidades. “La falta de ingresos y trabajo nos empujó a llevar esta mala vida”.

El presidente Porfirio Lobo ha declarado que va a poner a disposición del obispo Emiliani todo lo que necesite.

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Sin embargo, hay escepticismo sobre la incidencia real en una disminución de la violencia que este proceso pueda conllevar. Un informe de la Oficina de Naciones Unidas Contra el Delito del 2010, con datos de la Policía Nacional de Honduras, reflejaba que el 30% de los homicidios en el país estaba relacionado con la violencia generada por pandillas.

El obispo afirmó el pasado viernes que no hay tregua entre pandillas, como en El Salvador. “Han hecho es una declaración de principios de reconciliación, con Dios, con la sociedad, con el Gobierno y la Policía; ambas pandillas han coincidido en eso, sin hablar entre ellos”, señaló.

Julieta Castellanos, de la Universidad Nacional de Honduras y fundadora del Observatorio de la Violencia, señaló que “no puede haber tregua a cambio de impunidad”.

Blackwell, quien ha sido negociador en una tregua similar en el vecino El Salvador, que desde marzo de 2012 ha reducido el índice de homicidios a la mitad, es optimista.

En las calles salvadoreñas varios jóvenes continúan acudiendo una vez a la semana a cobrar $ 20 al propietario de una tienda, el ‘impuesto’ que tiene que pagar si desea que su negocio continúe funcionando y que no le pase nada a su familia. Esta rutina no ha cambiado a pesar de la tregua entre las pandillas salvadoreñas.

Según expertos en seguridad, en Honduras la lucha es más cruenta que en El Salvador, por peleas de territorios, cobro de “impuesto de guerra” y vínculos con el narcotráfico, tráfico de armas, robo de carros y sicarios, lo que complica una tregua.

Las pandillas en Honduras operan desde 1960, aunque las primeras no eran tan violentas como las que surgieron en los decenios de 1980 y 1990.

Los Mara Salvatrucha surgieron en Los Ángeles, EE.UU., y se extendieron a otros países. La mayoría está en Guatemala, El Salvador y Honduras.