Crecer dentro de un hogar en el que se respetaban las diferencias de cada miembro de la familia y en el que a todos se les daba las mismas oportunidades, fueron sembrando en María Dolores Cedeño el interés por la diversidad y la igualdad, lo que se manifestaría luego de muchos años con su trabajo en Fasinarm y con la creación de Crear, colegio que tiene por bandera la inclusión de niños con síndrome de Down.

María Dolores es la rectora del colegio Crear desde sus inicios, por el año de 1992. Para ella, esta institución es el proyecto más importante que ha logrado, ya que así concretó su filosofía de vida, que es dar una misma oportunidad a todas las personas en un ambiente de integración, creando una sociedad verdaderamente inclusiva.

Con mucha soltura, con tono de voz firme y mirada intensa, cuenta que desde pequeña siempre hizo lo que quiso, no de manera rebelde ni caprichosa, sino porque siempre tuvo ideas claras de lo que necesitaba hacer para cumplir sus metas.

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Su personalidad, extrovertida y alegre siempre la ayudaron a relacionarse muy bien con la gente, algo que resultaba ideal para convivir con amigos y vecinos en Urdesa, donde creció. “Era un barrio de amigos, de vecinos, de sacar a pasear al perro con tranquilidad, ir a la tienda y comer hamburguesas en un local que quedaba en la esquina de la iglesia redonda” (Santa María Claret), cuenta con alegría.

Desde la etapa del colegio disfrutaba haciendo muchas cosas a la vez, era buena alumna, integrante del coro, pertenecía al grupo de teatro y aún así no le faltaba el tiempo para salir con sus amigas.

A los 17 años comenzó su vida de ocupaciones. Por las mañanas trabajaba como voluntaria en Fasinarm y por las tardes estudiaba Psicología en la Universidad Estatal. “El tema de la integración y la equidad siempre se vivió intensamente en mi casa, entonces para mí resultaba interesante conocer a los niños especiales, no había tenido contacto con ellos antes, pero una vez que empecé a trabajar con ellos la relación fluyó”, dice.

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Luego de un año, los conflictos políticos que sucedían en la universidad Estatal, por los setenta, la llevaron a cambiarse a la Universidad Católica, donde comenzó a estudiar tres carreras: Psicología Clínica, Pedagogía y Psicología Educativa, terminando los estudios solo en la última.

Además, impartía clases particulares a niños con problemas de aprendizaje, y los sábados participaba en Muchacho Trabajador, programa social del Banco Central del Ecuador, dando charlas sobre el desarrollo educativo en los niños en lugares de escasos recursos.

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“Para mí, era un deber dividir el tiempo entre actividades personales y ser parte de proyectos de ayuda social, no podía concebir la vida de otra manera”, enfatiza.

Luego de un año como voluntaria en Fasinarm, fue contratada como profesora de planta. Al graduarse de la universidad se convirtió en la psicóloga del lugar, donde permaneció por 16 años. A la par, fue profesora en la U. Católica.

En medio de toda esta avalancha de responsabilidades, María Dolores se casó a los 21 años y tres años después se fue a vivir a París, Francia, acompañando al que en ese entonces era su esposo. Actualmente están divorciados.

“Nunca tuve problema en adaptarme a cada situación que me tocaba vivir, aunque dejé de trabajar me pude realizar como mamá, conocí lugares, estudié francés, aprendí a cocinar, limpiar, lavar, me convertí en una ama de casa...”.

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Al regresar, luego de dos años y medio, la contrataron en el colegio Liceo de Francia, que quedaba en Samborondón, donde actualmente está el colegio Nuevo Mundo. Allí estuvo como rectora por tres meses, hasta que regresó a Fasinarm.

A la par, era asesora técnica de Fepapdem, Federación Nacional de Madres y Padres de Personas con Discapacidad Intelectual, que se fundó por madres que llevaban a sus hijos a Fasinarm.

Su idea de construir un colegio inclusivo se dio luego de un viaje con este grupo de madres a Francia, en 1991, a un congreso mundial de retardo mental.

“Ahí vi por primera vez el panorama de cómo es la inclusión en el mundo, los chicos que participaban se desenvolvían muy bien, sabían expresarse y comportarse con mucha normalidad, me quedé muy asombrada y me pregunté: ¿Qué tenemos que hacer para conseguir estos resultados?”.

Por esta misma época Ma. Dolores ya llevaba algún tiempo dando asesoría a padres de niños con síndrome de Down, actividad que la llevó a conocer a Irene Bjarner y Patricia González, con las que posteriormente fundó el Crear.

Es así como en 1992 comenzó con el colegio en Kennedy Vieja, ya para 1996 llegó a Samborondón.

A pesar de su cargo como rectora, no se desvinculó de los proyectos sociales, por lo que en el 2006 fundó un centro de estimulación temprana para niños con síndrome de Down, en Santa Elena, que aún mantiene.

Durante un año, en el 2012, dejó su cargo como rectora de Crear porque trabajó en el área de inclusión del Ministerio de Educación, en Quito, durante cuatro meses. Luego regresó a Guayaquil como subsecretaria de Educación, de la Zona 8, por seis meses, hasta volver al colegio.

María Dolores, a sus 62 años, con tres hijos y tres nietos, se define como una mujer plena, disfruta de la fotografía, de andar en bicicleta, está aprendiendo a pintar, le gusta la playa, leer y el yoga. (F)

Dicen de ella Es una persona alegre, muy creativa, ha sido mi maestra y amiga, le tengo mucho afecto, ha puesto mucho empeño en enseñarme sobre inclusión educativa”.Josefina Rivera, Trabajadora del colegio