‘Me regocijo en tu galope, y hasta si vas con tu trote disfruto mi libertad, y se calma mi ansiedad cuando en tu lomo yo avanzo, y el horizonte nuevo alcanzo, en la hora vespertina me recocijo en tu galope”, dice parte del poema A mi cómplice caballo, de la autoría de Jorge Llanos López, argentino radicado en Ecuador y presidente de la Asociación de Caballistas y Productores Agropecuarios de Guayaquil.

También se dedica al negocio inmobiliario y desde su oficina en la urbanización San Sebastián (av. León Febres-Cordero), habla sobre el mundo de los caballistas.

“Caballista es aquel que es aficionado a los caballos y anda a caballo”, explica Jorge, que aún conserva, aunque leve, su acento argentino.

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Hace dos meses la Asociación tuvo su cabalgata desde Puerto Engabao a El Pelado. “Estuvimos en la hermosa propiedad de Néstor Rocha en Engabao, se disfruta de un ambiente de confraternidad, también hay comida, música, baile”, dice Jorge, que ha participado en muchas cabalgatas.

A la asociación también se unen los productores agropecuarios, porque de alguna forma quienes trabajan en el campo gustan de los caballos, cuenta Jorge, que indica que uno de los objetivos de la asociación, creada hace año y medio, es fomentar la crianza de caballos y los cultivos. “Somos 70 socios, no solo de Guayaquil, también de otros cantones, nos estamos consolidando”, cuenta Jorge, que hace años tuvo caballos de carrera que competieron en El Buijo, ahora cría dos caballos de paso.

Los tiene en la finca que tiene por Progreso, y dice que no sabe la hora de que sea viernes por la tarde para ir hasta allá. Su engreída es Amanecida, una potranca de raza peruana de paso. “Resulta que un día estaba yo dormido y viene al amanecer a despertarme un empleado porque estaba por nacer, pero cuando llegué al establo ya había nacido y estaba ya paradita, por eso el nombre de Amanecida”, cuenta el caballista, que prepara a la potranca para competencias cercanas.

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Su amor por los caballos le viene desde niño, cuando alrededor de los 9 años llegaba del colegio, cogía su mochila y se iba con sus amigos a acampar haciendo autostop, “caballo que encontrábamos por ahí y que se pudiera montar lo hacíamos; luego, casi recién llegado a Guayaquil, me pidieron en el 81 que vaya a comprar caballos de carrera a Argentina para reinaugurar el hipódromo El Buijo, mi vínculo mayor fue con los pura sangre, y luego, cuando un amigo, Eduardo Izquierda, me pidió que los ayudara con la Cabalgata de Reyes para que montara un caballo peruano de paso, que me parecían aburridos, hasta que me subí a uno y fue amor a primera vista, por lo cómodo de su galope”.

Desde entonces es parte de esa cabalgata que se hace los primeros días de enero en la playa, dependiendo de la marea, que “se hace con caballos peruanos de paso por iniciativa del ingeniero León Febres-Cordero (+)”.

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Jorge, de 64 años, llegó a Guayaquil hace 37, tenía un negocio en Buenos Aires, pero vino con unos colegas de trabajo por una alternativa que les dieron acá. Recuerda que cuando se bajaron del avión vieron banda de músicos, letreros de bienvenida y unas 40 personas esperándolos, y desde entonces se enamoró de Guayaquil.

Hace años, en Quisquís y Pedro Moncayo tuvo el restaurante El Capri, que más se especializaba en heladería.

“Tengo casi 40 años acá y estoy muy agradecido con este país que me abrió las puertas, y que lo hace su gente. En este momento si me dicen que si quiero ir a Argentina, sí quiero, pero cuando estoy un tiempito ya quiero volver”, dice el caballista casado con la guayaquileña Cecilia Vera, con quien tiene dos hijos. A Jorge también le encanta escribir, y en homenaje a Guayaquil escribió una milonga para la ciudad. (I)

Dicen de él Tiene mucho carisma y una apertura que ha logrado mantener unidos a caballistas, ganaderos, agricultores y gente que trabaja en la ciudad”.Néstor Rocha, Amigo