Cada vez aumenta el número de personas interesadas en reconstruir totalmente sus cejas, definirlas, cubrir pequeños huecos o rellenar aquellas que están mal depiladas o simplemente hacerlas más arqueadas a través del microblading.

Esto se evidencia en la popularidad que han adquirido los lugares que ofrecen esta técnica, que nació en el continente asiático.

“Yo fui casi sin cejas y ahora no puedo dejar de vérmelas en el espejo cada tanto, lo recomiendo totalmente”, dice Angelina Veloz, quien se aplicó esta técnica hace cuatro meses, aproximadamente.

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Según Kristel Álvarez, quien tiene un local en la avenida Primera de Entre Ríos, el microblading es una técnica de maquillaje semipermanente que se elabora con una pluma llamada tebori, la cual tiene una pequeña cuchilla que hace cortes superficiales en la piel, depositando el pigmento de color a nivel de la epidermis.

El término ‘tebori’ hace referencia a la técnica tradicional japonesa del tatuaje manual; sin embargo, el microblading se diferencia de un tatuaje porque no es permanente, ya que tiene una duración de un año, ni penetra tanto en la piel a la hora de depositar la tinta, según la experta.

Kristel estudió en la academia de PhiBrows de Branko Babic, en México, allí obtuvo una certificación royal, que significa de muy alto nivel y actualmente está trabajando para convertirse en máster de la técnica y así poder impartir talleres representando a la academia.

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“La pluma manual ayuda a crear trazos simulando los vellos de la ceja. La idea es que no sea un sombreado o toda una ceja compacta como sucedía con el tatuaje antiguo, sino simular los vellos que ya están ahí”, explica Kristel.

Ella enfatiza en que aunque se trate del mismo procedimiento, la forma de hacerlo varía según cada academia. En su caso, ella utiliza un compás que sirve para medir y calcular la proporción de ceja que se ajuste a la forma de cada rostro.

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Alejandra Yépez, una artista del microblading también certificada en la misma academia y que tiene su local en el km 2,5 de la avenida Samborondón, utiliza una regla que sirve de calibrador para tomar las medidas y establecer las distancias y una aplicación virtual que le permite confirmar la simetría de los trazos.

Ambas explican que se utiliza un lápiz especial que permite hacer trazos sobre la piel para hacer el boceto, una vez la clienta lo apruebe se aplica una anestesia utópica para que no haya dolor al hacer los cortes.

En cuanto a las tonalidades Kristel asegura que hay variedad de pigmentos. “Son colores vegetales sin metales pesados, por lo que no cambian de color con el pasar del tiempo como sucedía antes con los tatuajes comunes”, enfatiza. “Además son hipoalergénicos, por lo que no van a manifestar ninguna reacción en la piel”, dice Alejandra.

El procedimiento está compuesto por dos sesiones. La primera, en la que se realiza la técnica y que puede tardar hasta tres horas y la segunda para reforzar el color, la retención de pigmentos, así como revisar la forma y hacer más tupida la silueta.

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Cuidado posterior
Ambas recomiendan evitar durante una semana sol, piscina y playa y mantener hidratada el área.

Para Alejandra los cuidados que se deben tener también dependen del tipo de piel que se tenga, por ejemplo para pieles mixtas o normales ella sugiere que durante los primeros cinco días se lave la zona de las cejas con agua y con jabón cinco veces al día, humectando la zona cada vez que se le enjuague con una crema especial o con vaselina.

Esta técnica, según las expertas, no se puede aplicar en personas hipertensas, que toman anticoagulantes, diabéticos, embazadas, lactantes, personas que hacen queloides, que tienen acné en esa área o que se hayan realizado algún tratamiento con láser justo un mes antes de la sesión. (I)