Objetos y registro de los vestigios del pasado prehistórico, como un chamán y un cacique, toman vida en el cuerpo de los bailarines, con originalidad, espontaneidad y el apoyo de un mapping. Los integrantes de la Corporación Zona Escena muestran una fusión de técnicas contemporáneas, el estilo con el que se caracterizan cada uno de los trabajos que se presentarán en el Teatro Sánchez Aguilar, desde hoy hasta fines de este mes.

El colectivo artístico está a cargo del festival Encuentro Internacional de Danza Fragmentos de Junio, que celebra 15 años de haberse implementado en el país. “El festival hace que la danza suceda, provoca que la gente venga a ver espectáculos diversos, que las compañías que vienen no sean en formato similar, sino que sean muy distintos en su lenguaje, que en la danza contemporánea es amplio”, comenta Jorge Parra, director de Zona Escena y mentalizador del festival.

Jorge interpreta a un chamán que luce una capa grande, una corona, un tocado artesanal, y hace un ritual en Observadores nocturnos, una obra multidisciplinaria, que incluye danza aérea. “Debemos mostrar algo que nos identifique. También me interesa mucho la originalidad, me interesan más los procesos de creación; todo el equipo aporta con ideas siempre”, indica Jorge.

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El grupo nació hace nueve años y está integrado por los bailarines: Michelle Mena, Vanessa Guamán, Maribel Domínguez, Alejandro Yagual; Jorge Parra y Mario Súarez; Jorge y Mario son los responsables de este proyecto. Aparte, para la presentación en el teatro se suman Jacson Tenesaca, que se encarga del mapping, Miguel Palacios (bailarín invitado), David López (posproducción) y Toño Cepeda (sonorización).

El trabajo ganó dos premios en el Concurso Alas de la Danza, en 2001 en Quito, en las categorías mejor vestuario y música original y otro de mejor intérprete masculino.

“Somos un grupo de investigación, con la función de lenguaje con un mapping, que le da un tinte dinámico y misterioso”, cuenta Jorge.

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Fragmentos de Junio abre espacios para nuevos coreógrafos, trabajos en proceso, experimentaciones, performance, coreografías de las más diversas manifestaciones; para mostrar nuestra danza al mundo a los invitados que llegan a la ciudad, a los curadores, críticos que trae el festival, esto es único en el país, más que un festival es un proceso formativo y de promoción, asegura Súarez.

Su grupo abrirá la jornada del Teatro el jueves 22 de junio, a las 20:00, en la sala principal.

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El festival se realiza en coproducción con el Teatro Sánchez Aguilar. “Nosotros les apoyamos con todo lo que tiene que ver logística de las presentaciones, con la sala, el raider técnico necesario, construcción de elementos escenográficos, así como económicamente haciéndonos cargo de los gastos de alojamiento, mantenimiento y transporte interno”, indican voceros de la institución.

También colaboran el Ministerio de Cultura, Iberescena y Municipio de Guayaquil.

Jorge tiene un bachillerato en Ballet y realizó estudios de Danza Contemporánea en varios países, Producción y Gestión; también una carrera de Tecnología en Teatro y está terminando Comunicación Escénica.

El sábado 24 de julio, a las 20:00, en la Sala Zaruma, en el Teatro Sánchez Aguilar estará el argentino Martín Piliponsky con un proyecto junto con Kirstie Simson y Matías Mahmud. “Su estilo es de contacto, a través del toque entre los bailarines se generan una cantidad de movimientos”, señala Jorge.

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La compañía española Los Dedae presenta el lunes 26, a la misma hora y en la misma sala del espectáculo anterior Black Apple y los párpados sellados, una interpretación muy intensa, ya que sus obras no solo se basan en hacer coreografía “sino que los bailarines están involucrados emocionalmente con los sucesos de la danza”, dice Jorge.

En la obra participan Chevi Muraday y Paloma Sainz-Aja (intérpretes), Chevi Muraday (dirección artística y coreografía), David Picazo (dirección de escena y de iluminación), Ricardo Miluy (ambiente sonoro y edición musical), Paco Tomás (guion), Paco Delgado (diseño de vestuario), Sonia Capilla (ayudante de vestuario), Óscar Rodríguez (construcción escenografía), Manuela Barrero (repetidora) y Amanda García (dirección de producción).

La compañía Linga de Suiza propone una danza hecha por seis mujeres que transitan entre lo masculino y femenino, con atuendos y su interpretación. Dará su espectáculo el 23, a las 20:30.

Compartirá su arte también Wilson Pico, bailarín solista de Quito, que tiene 70 años de edad y está cumpliendo 50 años de trayectoria. Su estilo es difícil de conceptualizar porque muestra una manera particular y con muchas fusiones; estará en el escenario el 26.

Otra ecuatoriana que participa en el festival es María Luisa González, bailarina con 48 años de experiencia. “Es la danza que muestra trabajos conectados con la identidad andina, con un discurso más estilizado”, dice Jorge.

Para María Luisa el festival de danza siempre será una oportunidad para comunicarse con el público. También es una ocasión de conocer a los otros artistas que participan y compartir con ellos experiencias.

La Compañía Nacional de Danza estará el viernes 30, a las 20:30. Se inspirarán para su danza en La consagración , una obra de Igor Stravinsky (compositor) y Vaslav Nijinsky (coreógrafo-balletista), fue estrenada en el Teatro de los Campos Eliseo, en 1913.

Las entradas a cada una de las presentaciones cuesta $ 15 (público general) y $ 10 (estudiantes).

El festival se desarrolla, además del Teatro Sánchez Aguilar, en varias sedes de Guayaquil, como El Altillo, La Fábrica, MAAC Cine y Universidad de las Artes.

Visión
Que el festival genere más formación a artistas y público en general es una meta, por eso habrá talleres el 26 y 27, 28 y 29 en Guayaquil, las temáticas son arquitectura móvil, resonancias del cuerpo y técnica de danzas urbanas; para los dos primeros la inversión es de $ 50 y el último es gratis.

El festival no saldrá del país, pero busca generar una plataforma de intercambio a nivel internacional. La primera red será con Colombia el próximo año. A parte, la meta es crear un mercado cultural de artes escénicas en el país que permita traer programadores del mundo que puedan ver lo que se está haciendo. “Cada vez hay aceptación y el público va creciendo. El año pasado el festival duró 15 días y contó con la presencia de unas 3.000 personas”, afirma Jorge. (I)

El festival ha ido creciendo cada año y es un ejemplo a seguir. Tiene un valor adicional al haberse convertido en un punto de encuentro, diálogo y aprendizajes”.María Luisa González, Artista