Mientras una tela de color negro cae sobre los ojos de los curiosos que se atreven a entrar a Dracofilia, los nervios de estos se empiezan a apoderar de sus cuerpos. La oscuridad se convierte, por 15 minutos, en la protagonista de ese instante de sus vidas.

Una vez vendados, los participantes de este espacio ubicado en el área infantil de la Feria Internacional del Libro de Guayaquil, hacen una fila, ponen sus manos en el hombro de quien está adelante suyo e inmediatamente ingresan a lo que por fuera parece ser tan solo un pequeño cubículo.

A medida que se avanza, las texturas van apareciendo. Tornillos, formas circulares que parecen ser botones y objetos que al tacto se sienten pegajosos o esponjosos están en el camino del espacio inclusivo Leer sin ver, que este año se unió a la tercera entrega de la feria, que se desarrollará hasta este domingo en el Centro de Convenciones Simón Bolívar.

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Una voz femenina guía el paseo por Dracofilia. Con un tono suave, esta joven mujer (así se la escucha, pues no se la puede ver) va narrando al visitante algunos cuentos de la escritora ecuatoriana Solange Rodríguez. Textos con temáticas “un poco fuertes”, indica la guía del estand, Sandra San Lucas, se acompañan de sonidos como de latas chocándose, de roces de garras en los brazos y espaldas del participante, incluso de gotas de un líquido, que podría ser agua.

“La verdad fue muy estimulante porque no se esperaba lo que se tocaba, también daba un poquito de miedo y de verdad sí puedes sentir lo que dice la historia”, explicó Nicole Saltos, de 18 años, quien con dos compañeros del colegio en el que estudia fue ayer a la feria.

Su curiosidad por la literatura los llevó al encuentro literario anual. Una vez en el lugar decidieron vivir la experiencia de conocer sobre las limitaciones o ventajas de una persona con discapacidad visual.

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“Dicen que cuando uno no tiene un sentido los otros como que se maximizan. El tacto está propenso a sentir más, a oír más, entonces a mí me pareció muy interesante esta propuesta que nos muestra cómo sienten el mundo las personas que no pueden ver”, agregó Víctor Vacaro, quien disfrutó “al máximo” del recorrido. (I)