Un escenario con una enorme pantalla, donde se proyectó una carpa de circo e imágenes de videos, luces multicolores y dos pantallas más pequeñas a los costados de una inmensa tarima fue la apuesta músico-visual de Ricardo Arjona, la noche del pasado jueves, en el coliseo General Rumiñahui de la capital.

Aunque previsto para las 21:00, pasadas las 20:00 empezó a descender la intensidad de las luminarias y surgieron los primeros acordes de su éxito musical Circo Soledad.

De esta surgieron músicos disfrazados de payasos, malabaristas musicales, trompetistas, violinistas, coristas y el propio cantante tras descorrer un telón gigante de color blanco y rojo que asemejaba los llamativos circos de antaño. Y empezó a interpretar temas nuevos y ya conocidos con un impecable sonido matizado por su potente voz, siempre ayudada por el coro de decenas de personas, de diferentes edades, que desde las gradas o desde las sillas, puestas en la cancha, no paraban de gritar ni tampoco de grabarlo con sus celulares.

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Aunque el aforo del coliseo no lució lleno, quienes asistieron disfrutaron del espectáculo a lo grande, lo que se vio reflejado en el movimiento de su cuerpo, pretendiendo seguir el ritmo de la música. En tanto, en los exteriores hubo gente que vendía recuerdos con el nombre del cantante y promocionaba la compra y venta de entradas. Un “Quito, buenas noches”, avivó el jolgorio de sus fanáticos. El cantante guatemalteco dijo estar feliz de volver a Ecuador y de “reunirse entre amigos” para pasarla bien. Ese preámbulo reflexivo dio paso a Acompáñame a estar solo.

Cabello largo recogido y vestido de negro, iba por el escenario de pie con guitarra en mano o sentado enfatizaba en sus canciones en compañía de un pianista. A ratos, dejaba que solo la gente las interprete por lo que aseguró: “Ya ven realmente no estoy tan solo”. (E)